Una avalancha de tierra de proporciones catastróficas ha golpeado la remota aldea de Yambali, en Papúa Nueva Guinea, durante la madrugada del pasado viernes. Más de 2 mil personas han sido sepultadas bajo los escombros, según ha informado el Gobierno de este país, mientras que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) inicialmente estimó en 670 la cifra de posibles fallecidos.
La dificultad para obtener una estimación precisa se debe a la lejanía del lugar y la falta de datos demográficos recientes, con el último censo confiable realizado hace 24 años. El deslizamiento, que ha dejado más de 150 casas enterradas bajo escombros de hasta dos pisos de altura, ocurrió mientras la mayoría de los residentes dormían. Los esfuerzos de rescate continúan después de más de 72 horas del desastre.
Los residentes se encuentran utilizando herramientas rudimentarias para despejar los escombros y encontrar sobrevivientes. La llegada de ayuda humanitaria también ha sido dificultada por un conflicto tribal cercano que ha obligado a los trabajadores humanitarios a viajar bajo escolta militar. Además, las condiciones del terreno, inestable debido al flujo de agua bajo las rocas, representan un peligro constante.
Tanto para los equipos de rescate como para los sobrevivientes. La región afectada, en la provincia de Enga, es densamente poblada y se encuentra cerca de la mina de oro de Porgera, operada por empresas extranjeras. Papúa Nueva Guinea, un país rico en recursos naturales pero subdesarrollado, se enfrenta regularmente a desastres naturales debido a su ubicación geográfica y a su infraestructura limitada.