La maquinaria pesada se ha puesto en marcha en Sutherland Springs, Texas, para derribar la iglesia donde un hombre armado mató a 26 personas, incluyendo a una mujer embarazada y su bebé nonato, en 2017. El trágico evento, considerado el tiroteo más mortífero en una iglesia en la historia de Estados Unidos, ha dejado una profunda huella en la comunidad.
Un juez autorizó la demolición del santuario, un lugar que se había mantenido como un monumento a las víctimas, tras la votación de los miembros de la iglesia en 2021. Sin embargo, algunas familias de la comunidad se opusieron a la decisión, buscando una nueva votación y presentando una demanda para detener el proceso de derribo.
A pesar de los esfuerzos de estas familias, la demolición ha comenzado, provocando tristeza y decepción en aquellos que aún recuerdan el dolor de aquel día: "El diablo se salió con la suya", dijo John Riley, un miembro de la iglesia de 86 años, con un nudo en la garganta mientras observaba la demolición: "No sería el hombre que soy sin esa iglesia".
Terrie Smith, presidenta de la Asociación Comunitaria de Sutherland Springs, describió el lugar como "un lugar donde se siente el consuelo de todos los que se perdieron allí". Entre las víctimas se encontraban Joann Ward, una mujer que era como una hija para Smith, y sus dos hijas, de 7 y 5 años.
La decisión de derribar el santuario ha dividido a la comunidad. Los abogados de la iglesia argumentan que la estructura era "un recordatorio constante y muy doloroso" y que la demolición era una medida necesaria para comenzar un proceso de sanación. Sin embargo, las familias que presentaron la demanda consideran que la decisión se tomó apresuradamente y sin considerar las opiniones de todos los afectados.