Mientras que en 2016, los mensajes rusos se caracterizaban por su crudeza y errores gramaticales, en esta ocasión, la desinformación se presenta de forma más sutil y personalizada.
Rusia, según la inteligencia estadounidense, busca apoyar la candidatura del expresidente Donald Trump, mientras que Irán favorece a la vicepresidenta Kamala Harris. China, por su parte, no parece tener un candidato preferido, pero sí busca sembrar la discordia en la sociedad estadounidense.
La desinformación se propaga a través de una gran variedad de plataformas, desde redes sociales como Telegram y Gab hasta foros de debate específicos. Los países extranjeros se enfocan en grupos específicos, adaptando sus mensajes a sus intereses y creencias, con el objetivo de generar tensión y polarización.
Un ejemplo de ello es la estrategia de Irán, que ha creado sitios web como "Not Our War" para atraer a veteranos del ejército estadounidense, o "Afro Majority" para dirigirse a la población negra estadounidense. China, por su parte, ha utilizado cuentas de redes sociales que simulan ser estadounidenses o veteranos militares para difundir narrativas falsas.
La inteligencia artificial ha revolucionado la forma en que se crea y se difunde la desinformación. Los agentes extranjeros pueden ahora generar contenido falso con mayor facilidad y precisión, utilizando herramientas como ChatGPT para crear sitios web y propaganda en redes sociales.
Las empresas tecnológicas, a pesar de los esfuerzos realizados en el pasado, no han logrado frenar la proliferación de la desinformación extranjera. Facebook, Google, OpenAI y Microsoft han reducido sus esfuerzos para eliminar contenido falso, lo que ha generado una mayor vulnerabilidad ante las campañas de influencia.
En este contexto, las elecciones presidenciales de Estados Unidos se convierten en un escenario aún más complejo, donde la línea entre la verdad y la desinformación se vuelve cada vez más difusa.