El aire en el Chase Center de Wilmington estaba cargado de expectación. Un mar de rostros ansiosos miraba las pantallas gigantes, donde los resultados de las elecciones se iban revelando poco a poco. Era una noche histórica para Delaware, un estado que se preparaba para vivir un momento crucial en su historia política.
El foco estaba puesto en Sarah McBride, una joven de 34 años que aspiraba a convertirse en la primera persona transgénero en llegar al Congreso de Estados Unidos. La presión era inmensa, no solo por la importancia del cargo al que aspiraba, sino también por la ola de violencia que la comunidad transgénero ha enfrentado en el país. Sin embargo, McBride no se dejó amedrentar. Ella se había ganado un lugar en la historia, primero como la primera persona abiertamente transgénero en hablar en la Convención Nacional Demócrata en 2016, y ahora, como la primera mujer transgénero en ganar una elección al Congreso.
Su victoria se produjo tras una dura campaña en la que se enfrentó a un contrincante republicano, John Whalen III, quien se había opuesto a la atención médica que afirma el género para las personas transgénero. La campaña de McBride estuvo marcada por su compromiso con la justicia social y su lucha por políticas que beneficiaran a todos los ciudadanos de Delaware, sin importar su identidad de género.
Sus promesas incluyeron garantizar la asequibilidad del cuidado infantil, la vivienda y la atención médica, un compromiso que se basaba en su trabajo durante dos mandatos en el Senado estatal. Allí, McBride había sido una firme defensora de la Ley de Familias Saludables de Delaware, una legislación pionera que ofrecía licencias médicas y familiares pagadas a los trabajadores.
En la noche de las elecciones, la sala se llenó de emoción cuando se anunció la victoria de McBride. Su triunfo no fue solo suyo, fue de toda la comunidad transgénero que veía en ella una representación crucial en el Congreso. El futuro se presentaba incierto, pero una cosa era segura: Sarah McBride había hecho historia.