Este contexto se complica aún más por las tensiones con Israel, que podrían desencadenar un conflicto más amplio en la región.
Fuentes cercanas al gobierno han indicado que Khamenei, de 85 años, ha estado en un estado de salud delicado, incluso se menciona que podría haber caído en coma. En este marco, se han llevado a cabo reuniones secretas para discutir quién asumirá el liderazgo en caso de que Khamenei decida abdicar. Según informes, su hijo Mojtaba Khamenei sería el elegido para ocupar el cargo, lo que ha generado inquietudes sobre la falta de un proceso democrático en esta transición.
El 26 de septiembre, un grupo de 60 miembros de la Asamblea de Expertos se reunió en secreto, siguiendo instrucciones directas de Khamenei, para tomar decisiones sobre su sucesión. Este encuentro se realizó bajo un manto de confidencialidad, impulsado por el temor a posibles protestas públicas en respuesta a un proceso que muchos consideran antidemocrático. A pesar de la falta de confirmación oficial sobre su estado de salud, las redes sociales han comenzado a especular sobre su condición, lo que añade más incertidumbre a la situación.
Khamenei ha sido una figura central en la política iraní desde que asumió el liderazgo supremo en 1989, convirtiéndose en el líder más longevo de la región. Su hijo, Mojtaba, ha ido ganando influencia en las decisiones del país, superando a otros contendientes clave, a pesar de su escasa experiencia en cargos gubernamentales. La posibilidad de que Mojtaba asuma el liderazgo ha comenzado a considerarse como un hecho consumado, lo que plantea interrogantes sobre el futuro político de Irán.
La situación actual no solo refleja la fragilidad del liderazgo en Irán, sino que también pone de manifiesto las tensiones internas y externas que podrían tener repercusiones significativas en la estabilidad de la región. A medida que se desarrollan estos acontecimientos, el mundo observa con atención cómo se manejará esta transición de poder en un contexto tan volátil.