En Ciudad Juárez, Chihuahua, la situación se presenta particularmente compleja para cientos de migrantes que esperan cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Temperaturas que alcanzaron los -3°C el miércoles pasado, y que se pronostican aún más bajas en zonas montañosas de Durango y Chihuahua (hasta -15°C según el Servicio Meteorológico Nacional), representan una dura prueba para quienes ya enfrentan la incertidumbre de su situación migratoria.
“Nos ponemos entre tres o cuatro chaquetas para poder andar”, relata Jorge Peñalver, un migrante venezolano de 28 años. Su testimonio, recogido por la AFP, refleja la realidad de muchos: el uso de múltiples capas de ropa, gorros, bufandas, guantes y cubre oídos para combatir el frío extremo. A esto se suman tres o cuatro sudaderas, para intentar mantener el calor corporal.
Peñalver, quien se gana la vida limpiando parabrisas y ventanas de autos, también describe la solidaridad que ha encontrado en Ciudad Juárez: “Gracias a Dios la gente acá nos ve trabajando y nos regalan abrigo”. Él y otros migrantes, principalmente venezolanos y centroamericanos, reciben apoyo en forma de comida, ropa y café de organizaciones locales que trabajan en la zona.
Sin embargo, el frío no es el único desafío. La inminente toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en enero de 2025 añade una capa más de angustia. Sus amenazas de una deportación masiva de migrantes indocumentados generan miedo e incertidumbre entre quienes esperan cruzar la frontera legalmente.
La situación en la frontera se presenta así como un complejo entramado de factores: el rigor del invierno, la vulnerabilidad de los migrantes y la amenaza de políticas migratorias restrictivas. El apoyo de la comunidad local mitiga, aunque no elimina, la dureza de este momento.