El interés del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, por Groenlandia no es nuevo. En 2019, ya había expresado su deseo de adquirir la isla, describiéndola como "un gran negocio inmobiliario." Sin embargo, en aquel entonces, la prioridad parecía ser otra. Ahora, con su segundo mandato a la vuelta de la esquina, la situación ha cambiado drásticamente.
¿Qué ha impulsado este renovado interés? La respuesta radica en la abundancia de recursos minerales que Groenlandia alberga. Un informe de mediados de 2023 del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia reveló la existencia de depósitos significativos de 38 minerales, entre ellos concentraciones importantes de cobre, grafito, niobio, titanio y rodio. Pero lo más llamativo es la presencia de tierras raras, como el neodimio y el praseodimio, cruciales para la fabricación de tecnologías verdes.
Según el geólogo Adam Simon de la Universidad de Michigan, "Groenlandia podría contener hasta el 25% de todos los recursos de elementos de tierras raras del mundo," aproximadamente 1.5 millones de toneladas de materiales. Esta cifra cobra una relevancia especial en el contexto de la transición energética global y la creciente demanda de estos elementos en la producción de vehículos eléctricos y turbinas eólicas. Actualmente China domina este mercado, lo que genera una gran preocupación en Estados Unidos.
La posición estratégica de Groenlandia, su cercanía al Ártico, y la presencia de la Base Espacial Pituffik (antes Base Aérea Thule), operada por el ejército estadounidense durante décadas, también juegan un papel crucial. La competencia por estos recursos ha intensificado la rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y China, que a través de la "Ruta de la Seda Polar", ha intentado incrementar su influencia en la isla. Esta disputa ha llevado a una serie de movimientos estratégicos por parte de ambos países, incluyendo la presión de Washington sobre Dinamarca, y la participación de compañías mineras australianas con inversiones chinas en Groenlandia.
La influencia de Elon Musk, CEO de Tesla, en el entorno del presidente Trump, también debe considerarse. La dependencia de Tesla de las tierras raras para sus vehículos eléctricos introduce un factor de interés significativo en la ecuación. Sin embargo, la extracción a gran escala en Groenlandia presenta retos importantes, tanto logísticos como temporales, lo que hace que los beneficios inmediatos sean inciertos a corto plazo.
La ambición de Trump por Groenlandia parece estar en línea con una visión histórica de la política exterior estadounidense, reminiscente de la doctrina del Destino Manifiesto. Este concepto del siglo XIX justificaba la expansión territorial como una forma de asegurar recursos y la propagación de la libertad estadounidense. La admiración declarada de Trump por Andrew Jackson, séptimo presidente de los Estados Unidos, refuerza la idea de una continuidad histórica en esta ambición expansionista.
El escenario geopolítico alrededor de Groenlandia es complejo y dinámico, con implicaciones de largo alcance que van más allá de la simple adquisición territorial. La historia reciente de la isla deja entrever la profundidad de los intereses en juego y la persistencia de tensiones geopolíticas.