En el centro de esta transformación se encuentra el Bitcoin, cuya volatilidad ha sido históricamente un factor de riesgo. Sin embargo, el auge experimentado el año pasado, con un incremento de más del doble hasta superar los 100,000 dólares, ha despertado el interés de importantes jugadores en el mercado financiero.
Algunos de los principales fondos de pensiones de Estados Unidos están dando sus primeros pasos en el mundo de las criptomonedas. Los fondos de los estados de Wisconsin y Michigan destacan entre los mayores accionistas de ETFs (fondos cotizados en bolsa) que invierten directamente en Bitcoin y Ethereum. La participación de Wisconsin en el ETF de Bitcoin de BlackRock, por ejemplo, se estima en alrededor de 155 millones de dólares.
Esta tendencia no se limita a Estados Unidos. Administradores de fondos de pensiones en Reino Unido y Australia también han realizado pequeñas asignaciones a Bitcoin, utilizando tanto ETFs como inversiones directas. En el caso del Reino Unido, la consultora Cartwright asesoró a un plan de pensiones de 50 millones de libras que invirtió 1.5 millones de libras directamente en Bitcoin.
“Desde el día de las elecciones hemos recibido una avalancha de consultas; a los administradores no les gusta pensar que existe una clase de activo de moda del que no saben nada,” comenta Matt Scott, consultor de Mercer, reflejo del creciente interés generado por la expectativa de un gobierno estadounidense favorable a las criptomonedas.
Sin embargo, no todos comparten este optimismo. Expertos como Daniel Peters, socio de Aon, advierten sobre la alta volatilidad de los criptoactivos y la falta de un marco de valoración sólido. “No creemos que los fondos de pensiones deban asignar fondos a las criptomonedas,” afirma Peters. Existen precedentes de fracasos notables como la inversión fallida del Plan de Pensiones de Maestros de Ontario en FTX.
La participación de los fondos de pensiones en el mercado de criptomonedas sigue siendo minoritaria. Aun así, la creciente exploración de este sector por parte de instituciones tradicionalmente conservadoras, refleja una evolución en la percepción del riesgo y el potencial de retorno de las criptomonedas en el mundo de las inversiones a largo plazo. El futuro, sin duda, seguirá marcado por la adaptación y la cautelosa búsqueda de nuevas oportunidades.