Entre abrazos y lágrimas, 316 de los 317 detenidos regresaron en un vuelo chárter de Korean Air. "¡Estoy de vuelta! ¡Soy libre!", gritó uno de ellos según reportes de la agencia Yonhap. El Ministerio de Exteriores coreano solicitó discreción: pidió a los medios difuminar los rostros de los afectados.
El incidente se originó el 4 de septiembre cuando:
- 475 personas fueron detenidas en una redada en la planta de baterías eléctricas de Hyundai y LG
- 317 eran técnicos surcoreanos con visas de negocios
- Las autoridades estadounidenses alegaron irregularidades migratorias
Lo que más indignó a
Corea del Sur fueron
las imágenes de los trabajadores con grilletes, tratados como criminales. Las
protestas no se hicieron esperar: pancartas frente al aeropuerto cuestionaban la alianza bilateral.
"¿Por qué seguir invirtiendo en EE.UU. después de esta puñalada?", decía una.
La crisis diplomática escaló hasta que:
- El canciller Cho Hyun viajó urgentemente a Washington
- Ejecutivos de Hyundai y LG acudieron a Georgia
- Se negoció la salida "voluntaria" para evitar deportaciones
El presidente Lee Jae-myung fue contundente:
el episodio pone en riesgo inversiones por 350,000 millones de dólares pactadas semanas atrás.
"Las empresas dudarán si vale la pena", advirtió, refiriéndose a los planes de expansión en territorio estadounidense.
Mientras los repatriados se reúnen con sus familias, en Seúl analizan cómo proceder. El gobierno ya pidió al Congreso de EE.UU. crear un nuevo tipo de visa para estos casos. El fantasma de la desconfianza planea sobre lo que hasta hace días era una relación comercial ejemplar.
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