La lucha por la justicia, la paz y los derechos de las comunidades indígenas ha sido un motor de cambio en la región, y en ella, muchas figuras han dejado su huella. Una de ellas, el Padre Marcelo Pérez Pérez, un sacerdote que dedicó su vida a defender a los más vulnerables, fue asesinado recientemente.
El padre Marcelo, un hombre de fe y compromiso, no era un simple cura. Se convirtió en un faro de esperanza para comunidades marginadas, en un defensor incansable de la paz y la justicia social. Su trabajo, sin embargo, no estaba exento de peligros. Sus esfuerzos por combatir la violencia, la corrupción y el crimen organizado le hicieron ganar enemigos poderosos, quienes no dudaron en amenazar su vida.
Durante más de 17 años, el padre Marcelo trabajó en favor de las comunidades tojolabales, tzotziles y mestizas, encabezando iniciativas pacíficas para combatir el alcoholismo, la violencia, el narcotráfico y la trata de personas. También se dedicó a luchar contra la corrupción y el contubernio entre grupos políticos y el crimen organizado.
* Su compromiso con la justicia social lo llevó a defender a grupos y personas amenazadas.
* Su trabajo de reconciliación entre grupos en un territorio azotado por conflictos le valió el reconocimiento y la admiración de muchos.
* El padre Marcelo logró establecer un diálogo entre personas desplazadas, grupos de autodefensas, pobladores y autoridades.
Su labor no pasó desapercibida. Fue objeto de declaraciones criminalizadoras por parte de funcionarios y actores de poderes fácticos, y recibió amenazas directas a su vida. El padre Marcelo fue un hombre que enfrentó la adversidad con valentía y compromiso, un ejemplo de lucha por la justicia y la paz. Su partida deja un vacío enorme en la región, pero su legado inspirará a muchos a seguir luchando por un Chiapas más justo y equitativo.