Se trata de Diego de la Peña, quien dejó huella en cada arena, cada hotel, cada rincón de este paraíso caribeño.
Desde la década de los 70, cuando Cancún era poco más que un sueño, Diego de la Peña fue un pionero. Se atrevió a soñar en grande, a apostar por un territorio virgen, a convertirlo en un imán turístico mundial. Su visión se tradujo en infraestructura, en servicios, en la construcción de un destino que cautivó a millones de viajeros.
La transformación de Cancún fue posible gracias a la visión y el trabajo de Diego de la Peña. No solo fue un visionario, sino un líder comprometido con la responsabilidad social y el respeto al entorno natural. Su legado no solo se refleja en los hoteles y centros comerciales que promovió, sino en la lucha por un desarrollo turístico sostenible, una visión que sigue siendo vital en la actualidad.
"Perdemos a un gran visionario, alguien que supo transformar el destino y que siempre creyó en el potencial de esta tierra", expresaron colegas y amigos. "Su legado perdurará en cada uno de los proyectos y rincones de Cancún que ayudó a construir."
Su partida deja un vacío que solo puede llenarse con la inspiración que nos ha dejado. Diego de la Peña no solo construyó un destino turístico, sino que también construyó un futuro para miles de familias que trabajan en el sector. Su nombre quedará grabado en la memoria de Cancún, en cada palmera, en cada ola, en cada sonrisa de turista.