Las calles de Tapachula se llenaron de un mar de rostros ansiosos. Miles de personas, provenientes de diversos países latinoamericanos, se congregaron en la frontera sur de México, con un objetivo común: llegar a Estados Unidos antes de que las políticas migratorias se endurezcan.
La incertidumbre por las elecciones en Estados Unidos era palpable. La caravana "Niño Jesús", compuesta por hombres, mujeres y niños, decidió abandonar la ciudad, buscando acelerar su camino hacia la Ciudad de México, y así, evitar enfrentar las posibles restricciones migratorias que un nuevo gobierno podría imponer.
El miedo se reflejaba en cada mirada. "Tenemos miedo de que gane Trump, que quiere acabar con el ingreso de migrantes a Estados Unidos", confesó Ehison Díaz, un venezolano que integraba la caravana. "Somos una clase obrera que busca trabajo y una oportunidad", agregó, con la esperanza de que el nuevo gobierno estadounidense no cierre las puertas a la esperanza de una mejor vida.
El ambiente era tenso. La caravana avanzaba a paso lento, con un clamor constante: "¡Queremos papeles! ¡Queremos papeles! ¡Hagan sus trabajos, no sean injustos!" gritaban, mientras un agente de migración les pedía con un altavoz que caminaran con precaución.
Los migrantes portaban una manta blanca con letras rojas: "No más sangre migrante". Era un grito desesperado por un trato justo y una vida digna, un llamado a la solidaridad y a la regularización.
Nelson Mejía, un hondureño que portaba la imagen de la Virgen de Guadalupe, pidió al pueblo mexicano que se solidarizara con la caravana. "Salimos porque las elecciones ya van a ser, y para evitar enfrentarnos a Trump y sus leyes racistas, necesitamos adelantarnos", explicó, con la voz llena de preocupación.
La caravana, con un ritmo que se aceleraba a cada paso, se convertía en un símbolo de la lucha por un futuro mejor. Un futuro que aún no se conoce, pero que espera ser escrito con esperanza, y no con miedo.