México prepara plan ante posibles deportaciones masivas de EEUU

Un cambio de gobierno en puerta genera temores fundados sobre posibles deportaciones masivas. La respuesta oficial, sin embargo, no se limita a simples declaraciones.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, en su conferencia matutina del 27 de diciembre, presentó un plan de contingencia que, a primera vista, parece un escudo protector para los migrantes mexicanos. Se habló de una red consular reforzada, de una aplicación móvil de alerta y de alianzas internacionales. Pero, ¿es todo esto tan sólido como parece?
El anuncio estrella: la expansión de la red consular a 53 consulados, un Programa de Asesoría Legal Externa (PALE) con 329 abogados y un centro de atención telefónica 24/7. Cifras impactantes, sin duda. Sin embargo, la efectividad depende enteramente de la capacidad logística y de respuesta de esta red ante una posible avalancha de casos. ¿Bastará? La pregunta flota en el aire.
La aplicación móvil, con su prometido "botón de alerta", genera aún más interrogantes. "¿Será suficientemente rápida y confiable en una situación de crisis? ¿Qué garantías de privacidad se ofrecen a los usuarios? ¿Qué sucede si el sistema falla?" Estas son preguntas que requieren respuestas concretas y transparentes.
El plan, en su enfoque, prioriza el apoyo legal, dejando en un segundo plano las implicaciones sociales y económicas de una posible deportación masiva. Si bien se menciona la ayuda a través de programas de bienestar, la falta de un plan detallado para la reintegración social –incluyendo vivienda, empleo y acceso a servicios básicos– es una omisión preocupante. La promesa de "recibirlos siempre" suena, en este contexto, demasiado general.
El discurso también se apoya en la contribución económica de los migrantes a Estados Unidos, resaltando el pago de impuestos incluso en situación irregular. Si bien esto es cierto, el énfasis en este dato puede interpretarse como una estrategia política, una forma de apelar a la sensibilidad del gobierno estadounidense y, posiblemente, de eludir una discusión más profunda sobre las causas estructurales de la migración en México.
Finalmente, la cooperación con países vecinos, aunque laudable en teoría, se enfrenta a la dura realidad de los recursos y capacidades limitadas de cada nación. La "solidaridad regional" declarada puede chocar con las limitaciones prácticas de una crisis migratoria de gran escala.
La iniciativa del gobierno mexicano presenta una imagen optimista, pero la falta de detalles específicos sobre presupuesto, plazos de implementación y capacidad de respuesta genera dudas sobre su real eficacia. El camino hacia una verdadera protección de los migrantes mexicanos en Estados Unidos parece, aún, un trayecto con muchos desafíos por delante.