En medio de este torbellino, el Albergue de Migrantes de Tijuana, dirigido por el Padre Pat Murphy, se enfrenta a un nuevo desafío. Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, en 2017, el padre Pat, tras 37 años al frente del albergue, anticipó un escenario complejo: “Yo creo que, comenzando el lunes, va a haber una deportación masiva en los primeros días”, declaró en su momento. Este pronóstico, basado en la conocida retórica anti-inmigrante de Trump, generó una honda preocupación entre la comunidad.
Con una capacidad para 140 personas, el albergue, un espacio que durante años ha ofrecido comida, hospedaje, ropa, acompañamiento legal y social, así como guardería, se vio abrumado por la posibilidad de un incremento exponencial en la demanda. Ante la previsión de deportaciones masivas, se habilitaron 40 lugares adicionales, utilizando colchonetas para suplir la falta de camas.
El albergue, nacido de la iniciativa de misioneros en 1987, se sostiene gracias a la generosidad de la sociedad civil. Donaciones económicas y en especie de organizaciones, grupos religiosos y particulares, permiten mantener la operación del albergue y la atención a cientos de migrantes, incluyendo la administración con un equipo de 23 personas. Además, ofrecen una escuela para adultos con cursos de inglés, español, computación, soldadura y electricidad, brindando herramientas para el futuro.
El Padre Pat observó un cambio significativo en el perfil de los migrantes a lo largo de los años. Si bien en 2013 la mayoría eran deportados, la pandemia trajo consigo la llegada de familias de Centroamérica y otras regiones. Actualmente, la población se divide principalmente entre deportados mexicanos y personas con citas CBP One, en su mayoría venezolanos y hondureños. Muchos escapan de la violencia en sus países de origen, buscando una vida mejor o refugio ante el crimen organizado, especialmente en regiones como Michoacán y Guerrero.
La situación actual del albergue, y la posibilidad de un aumento masivo de migrantes deportados, presenta un panorama desafiante que exige una respuesta coordinada y solidaria de la comunidad internacional.