Phoenix, Az.
Gracias a un flujo de miles de millones de dólares en equipo y tecnología de punta, la frontera entre México y EU ha comenzado a cerrarse.
Un punto clasificado del desierto de Sonora. Alert one, dice lo que pasa por una voz femenina, pero que en realidad es un programa diseñado para sonar como una mujer, quizá por eso de que sus creadores decidieron darle un tono menos amenazante a lo que hace, que es atrapar mexicanos.
Viene de las entrañas de silicón de una consola digital de 10 millones de dólares, de donde luego emerge un sonido de alarma, un ping que atrae la atención del agente Ives S., de la Patrulla Fronteriza.
- Tenemos a tres –dice el agente, mientras opera con un joystick los controles de su equipo.
Automáticamente, con sus servomotores emitiendo un ligero zumbido mecánico, la cámara de visión térmica gira hasta ubicar tres siluetas brillantes, imposibles de confundir en la noche.
Son humanos y aunque probablemente se creen arropados por la oscuridad, resplandecen como focos. El calor de su cuerpo les delata en el desierto, en el bosque de saguaros que se extiende en la tierra de nadie que separa a México de Estados Unidos.
- Por la forma cuadrada en la espalda, diría que son mulas que llevan bultos de marihuana -asegura Ives, uno de cientos tecnocazadores que la Patrulla Fronteriza ha desplegado en Arizona a bordo de “Radares de Vigilancia Móvil” o RVMs, camiones equipados con torres de tres metros de altura, cámaras térmicas y un programa de inteligencia artificial que localiza a cualquier cosa que entre a su campo de acción, de unos 10 kilómetros.
Antes se les usaba para ubicar terroristas palestinos que buscaban cruzar el muro de seguridad israelí en el Medio Oriente. Hoy, esta tecnología castrense atrapa (habrá quienes dirán que caza) a migrantes y contrabandistas.
En alguna parte, a unos dos kilómetros de altura, ya le acompaña el agudo ojo de uno de los robots más temidos del mundo, el Avión no Tripulado Predator B de la empresa General Atomics, nombre código Omaha-1.
Esta es la variante policíaca y aunque no lleva misiles Hellfire (con los que la CIA suele acabar a distancia con talibanes en Afganistán y Paquistán) es un oponente formidable. Seguirá milimétricamente las coordenadas del radar terrestre para ubicar a esos tres focos ambulantes que tratan de ocultarse entre el zacate.
Escenas como esta se repiten a diario en esta franja aledaña a Sonora. Aquí, el mañana ya llegó y aun no queda claro si es una utopia o lo contrario. Para la migra, es lo mejor que pudo haber pasado. Para los migrantes, el que bien podría ser el inicio del fin de sus travesías por el desierto.
En algún momento de la década pasada, la tarea de controlar la frontera de Arizona casi se automatizó, al encontrar la industria militar estadounidense un nicho lucrativo en la vigilancia de la línea que divide a México de Estados Unidos. Todos los días, máquinas que originalmente fueron diseñadas para matar o ayudar a matar y que han sido modificadas para servir de policías, salen a la búsqueda de humanos.
Este rostro mecánico, frío, eficiente, como algo extraído de la ciencia ficción más distópica, es el que Washington está a un paso de crear desde San Diego hasta Brownsville y Tijuana a Matamoros, al llegar las negociaciones de la reforma migratoria (que contempla un inédito endurecimiento fronterizo) a su recta final en el Congreso estadounidense.
Tecnología térmica. De movimiento. Infrarroja. Satelital. VADER. Sonares. Inteligencia Artificial. El muro virtual que por tantos años se ha prometido, está más cerca de su concreción que nunca, con cuatro mil millones de dólares reservados en la reforma migratoria para adquisición de equipo de punta.
Y encima de todo, también una flota que rivalizaría en tamaño con las 430 aeronaves de la Fuerza Aérea Mexicana. Si la iniciativa es aprobada en la Cámara de Representantes como está, más de 350 helicópteros y aviones de la Border Patrol estarían dedicados de tiempo completo a la búsqueda y hallazgo de migrantes ilegales y contrabandistas.
“Nunca hemos visto una concentración así de tecnología de vigilancia. Se está creando una zona completamente militarizada entre los dos países”, consideró Kate Morgan-Olsen, del colectivo No Más Muertes, dedicado a monitorear las tendencias fronterizas y su impacto en vidas humanas. “Esto será peligroso para los migrantes. Los empujará a lo más profundo del desierto y les dejará en posición muy vulnerable”.
En el gobierno estadunidense, la visión es de un abierto optimismo sobre el cambio radical que está llevando la tecnología de seguridad a la zona: de la mano de las máquinas, se estaría a un paso de alcanzar el control táctico de los tres mil 200 kilómetros que separan al sur del norte.
“Si recibimos todo lo que se ha planteado, estaremos muy cerca de asegurar la frontera con una mezcla humana y técnica balanceada”, señaló Andy Adame, vocero de la Patrulla Fronteriza en Arizona.
La Ley S 744, aprobada por el Senado estadunidense en junio pasado y actualmente bajo discusión en la Cámara Baja, contempla añadir aún más medidas al de por sí colosal entramado defensivo que se ha erigido en la frontera desde la década pasada.
El énfasis no será sólo humano, sino especialmente tecnológico. Serán barreras con las que se dificultará en extremo (quizá hasta hacer imposible) el paso clandestino de un país a otro.
El senador John Mccain, uno de los artífices del endurecimiento fronterizo que está en ciernes, se jactó recientemente de un dato que por sí solo desnuda cómo augura Washington el día en el que el futuro se haga presente.
“Tendremos la frontera más militarizada del mundo desde la caída del muro de Berlín”, dijo.
De acuerdo a la iniciativa de reforma, a los nueve sectores o regiones de la Patrulla Fronteriza se añadirían 700 millas de muro, 93 torres de vigilancia electrónica, 481 sistemas de cámaras fijas, 232 radares de vigilancia móviles, 820 sistemas portátiles, entre visores nocturnos y térmicos. Incluso, habría un sensor sísmico cada mil 500 metros.
El trabuco anterior se coronaría con 20 mil agentes adicionales contratados, para un total de 40 mil, lo que haría a la Border Patrol la agencia policíaca más grande de Estados Unidos, por encima del FBI (35 mil) y el Departamento de Policía de Nueva York (38 mil).
Incluso, superaría al número de soldados que vigilan la zona desmilitarizada entre Corea del Sur y Corea del Norte, en donde Washington mantiene a 37 mil 500 tropas en estado de guerra.
Para dimensionar el nuevo control que se analiza en la frontera entre México y Estados Unidos, vale comparar lo que está bajo análisis legislativo con dos ejemplos arquetípicos.
Las cifras de lo que se quiere construir en el desierto hablan de algo mucho muy superior al Muro de Berlín, que en su momento tuvo sólo 106 kilómetros de extensión en concreto, 66.5 kilómetros de alambre de púas, 105.5 kilómetros de obstáculos vehiculares y 302 torres de vigilancia.
La frontera entera entre Alemania Oriental y Alemania Occidental, el lugar en el que pudo haber comenzado la tercera Guerra Mundial, tuvo 50 mil soldados estacionados de forma permanente en el apogeo de la Guerra Fría. Sólo 10 mil elementos más de los que vigilarían el desierto, las montañas y las planicies que corren desde el Pacífico hasta el Golfo.
Es un panorama mayúsculo que habla de la transformación total de la frontera mexicano-estadunidense. Pero si hay una zona cero, un punto al que hay que seguir de cerca porque de ahí podrían surgir las estrategias que se replicarán por toda la región, es el de un pequeño pero estratégico subsector que se encuentra en Arizona. Justo en el desierto, en donde comenzó la crisis migratoria en los 90, y en donde ahora, Washington quiere cerrar la puerta de una vez por todas.
Las máquinas
a la caza
Las luces del Nogales mexicano están a la vista. Pero en esta zona federal, el agente Ives no podría estar más aislado de lo que sucede a su alrededor. Pasa sus días en una especie de capullo high tech, rodeado de generadores, interruptores, circuitos y chips que emiten un constante ronroneo.
El trabajo de un patrullero, en casos como el suyo, se ha despersonalizado y se asemeja más al de un operador de fábrica que al de un policía: básicamente sólo debe esperar a que su computadora le diga que ha identificado a un migrante lo suficientemente inocente como para tratar de cruzar por la trampa digital en que se ha transformado esta región.
Afuera, el verano sonorense arde pero en la cabina el ambiente es de unos cómodos 23 grados. Mientras un programa de inteligencia artificial busca fría y eficientemente a personas en la pantalla de plasma, el agente tiene al alcance de su mano un termo con café, su rifle táctico por eso de las dudas, un sandwich y un paquete de goma de mascar.
-Los vamos a detener fácilmente –dice con un tono de completa confianza. Habla sobre las tres figuras que caminan en su monitor, que desaparecen detrás de una colina solo para reaparecer instantes más tarde. –A estos chicos los pescará una patrulla. Ya marqué su posición con un GPS.
Esto es la tendencia y no la excepción. El número de migrantes detenidos gracias a los RVS, según la Patrulla Fronteriza, es de 35 mil personas desde 2009. Y para muestras de lo que podría ocurrir en el resto de la frontera está precisamente este, el subsector Nogales, un campo de operaciones tecnológico en donde miles de policías y el equipo más sofisticado ya están cerrando el paso a la migración indocumentada con cifras récord. “Diría que hemos tenido mucho éxito en esta parte”, aseguró Adame. “Aquí es en donde tenemos la tecnología más avanzada”.
Pese a algunos fracasos temporales, como el del sistema de torres de vigilancia automática Secure Border Initiative Net de Boeing (suspendido en 2011), las cifras apuntan a que algo histórico está pasando en Tucson, que hasta hace unos años era considerado imposible de controlar. Por aquí cruzaba un torrencial río humano.
Eran de dos a tres mil migrantes que burlaban a la Patrulla Fronteriza todos los días. Pero eso ha quedado en el pasado. La Oficina de Estudios del Congreso de Estados Unidos calcula que de 750 mil ingresos ilegales que hubo en 2007 en sus confines, se pasó a 150 mil en 2012, con los RVS como puntales. Es una reducción del 500 por ciento en sólo cinco años: una cifra inédita en la historia de la frontera.