Un partido vibrante, de esos que se recuerdan años después, estaba llegando a su clímax. La remontada parecía inminente.
Pero antes de la locura final, recordemos el inicio: Dominic Solanke, a los 15 minutos, abrió el marcador para el Tottenham. Un gol que parecía sentar las bases de una victoria cómoda. Después del descanso, Dejan Kulusevski amplió la ventaja a los 46 minutos, y Solanke volvió a anotar a los 54', dejando el marcador 3-0. Una ventaja contundente que, aparentemente, aseguraba el pase a semifinales.
Sin embargo, el Manchester United, bajo la dirección del entrenador Ruben Amorim, no se rindió. Una triple sustitución –con los ingresos de Joshua Zirkzee, Amad Diallo y Kobbie Mainoo– inyectó una nueva energía al equipo. Zirkzee aprovechó un error del portero Fraser Forster para descontar, y luego, Diallo, también gracias a un fallo de Forster, marcó el 3-2. La presión del United era asfixiante.
El nerviosismo era palpable. Entonces, a los 88 minutos, en un momento de inspiración sublime, apareció Son Heung-min. Un córner ejecutado con maestría, un tiro olímpico impecable que superó la barrera y dejó sin opciones al portero Altay Bayindir. “Un golazo, una definición de crack”, se escuchó en las gradas.
El gol de Son pareció sellar la victoria, pero el Manchester United, con su espíritu combativo intacto, logró un último tanto a través de Jonny Evans en tiempo de descuento. La tensión se mantuvo hasta el pitido final, pero el Tottenham resistió el asedio final, celebrando un triunfo agónico y electrizante.
El resultado: Tottenham 4 - 3 Manchester United. Una victoria dramática que les abre las puertas a las semifinales de la Copa de la Liga Inglesa.