La imagen, un preludio de la compleja semana que enfrentaban.
Para los Rams, el partido del lunes no era solo un juego; era mucho más. El equipo, junto a 355 personas, seis perros y dos gatos –una auténtica "Arca de Noé" como la describió el tight end Tyler Higbee— se dirigía a Phoenix. Dos aviones de los Cardinals de Arizona facilitaron el traslado, un gesto de solidaridad en medio de la adversidad.
La partida se veía cargada de simbolismo. “Vamos allá para jugar por todos en Los Ángeles — todos los afectados por los incendios, todos los desplazados, todos los evacuados”, expresó Michael Hoecht, linebacker del equipo. Esta declaración reflejaba el sentimiento general: un compromiso más allá del deporte.
La tensión era palpable. Los Rams (10-7), preparándose para su partido crucial contra los Vikings de Minnesota (14-3) en el State Farm Stadium, debían lidiar con la realidad de la tragedia que afectaba a su comunidad. Kevin Demoff, director de operaciones de los Rams, lo resumió con precisión: “Nuestra comunidad está sufriendo, por lo tanto, nuestra organización está sufriendo”.
La situación se agravó el jueves. El incendio Kenneth, a pocos kilómetros del complejo de entrenamiento en Woodland Hills, arrojó una columna de humo que oscurecía el cielo. La proximidad del siniestro afectó directamente a varios jugadores, entrenadores y miembros del personal, muchos de los cuales residen en la zona y tuvieron que evacuar sus hogares por precaución. Incluso la familia del entrenador Sean McVay, incluyendo a su esposa Veronika y su hijo de un año, Jordan, se vio obligada a hacerlo.
McVay describió el momento: “Afortunadamente, lograron controlar esas cosas, pero tan pronto como salí del campo de prácticas y debido a dónde estaban, los vi de inmediato. Eso era todo lo que necesitaba. Se sintió mucho más real... No quiero minimizar la importancia y cuántas personas fueron afectadas, pero cuando puedes empezar a verlo físicamente mientras el humo se elevaba ayer, hay muchos chicos que viven cerca, y eso impacta de una manera diferente”.
Los Rams, demostrando una gran responsabilidad social, no solo se enfocaron en la logística del juego. Se aseguraron de que las familias de los jugadores, incluyendo a sus numerosas mascotas, pudieran llegar a Arizona, minimizar las distracciones y ofrecerles un refugio seguro en medio del caos. El viaje, una mezcla de fútbol americano y solidaridad, se convirtió en un reflejo de la resiliencia de una ciudad y un equipo unidos ante la adversidad.