Rory McIlroy busca redención en Royal Portrush tras su regreso triunfal

"No es solo un torneo, es volver a casa", comentó un asistente mientras ajustaba la gorpa contra el viento. El protagonista, como era de esperarse, era Rory McIlroy.
El golfista norirlandés, de 35 años, caminó el campo con una mezcla de nostalgia y determinación. Su última aparición aquí, en el Abierto Británico de 2019, quedó grabada a fuego: un cuádruple bogey en el primer hoyo que lo persiguió como una sombra. Hoy, sin embargo, la historia parece dispuesta a reescribirse. "No vine a reparar el pasado, sino a construir algo nuevo", aseguró tras firmar autógrafos en una bandera de Irlanda del Norte decorada con los cuatro majors.
Lo que más llamó la atención fue la reacción de McIlroy ante los niños que esperaban su firma. "Esas son las cosas que te recuerdan por qué amas este deporte", dijo, mientras la multitud crecía detrás de las cuerdas. Aunque evitó hablar de presión, sus palabras dejaron una pista: "Todavía tengo mucho que dar. Esto no es un final".
Más allá de los búnkers perfectamente trazados o los greens desafiantes, el verdadero drama se vivía en los rostros de quienes seguían cada swing. Para muchos, esto no es solo un major. Es la esperanza de ver a un hijo pródigo escribir, por fin, su redención en letras doradas.