Exestrella de los Buccaneers Doug Martin muere tras enfrentamiento con policía en Oakland

Testigos hablan de gritos, de una puerta forzada y de un hombre que no se rindió fácilmente. Nadie sabía entonces que ese hombre era Doug Martin, el corredor que alguna vez llenó el Raymond James Stadium con sus carreras explosivas, el tipo que en 2012 rompió récords como novato y se convirtió en el rostro de una franquicia que lo celebró como leyenda.
Lo que siguió fue una breve lucha, según confirmó la policía. No hay videos públicos. No hay detalles oficiales sobre qué dijo, qué hizo o por qué se resistió. Solo se sabe que tras el forcejeo, cayó inconsciente. Los paramédicos llegaron en menos de siete minutos. Lo subieron a la ambulancia con las luces encendidas, pero no lograron traerlo de vuelta. Tenía 36 años.
El nombre de Martin no apareció en los primeros reportes. No hasta que un vecino, con la voz temblorosa, le dijo a un reportero: “Ese era el tipo que jugaba en Tampa, ¿verdad? El que corría como si el campo fuera suyo”. La confirmación llegó horas después, como un golpe en el pecho para quienes lo recordaban no como un atleta, sino como uno de los suyos: nacido en Oakland, criado entre las calles de West Oakland, donde jugó fútbol americano en la secundaria con zapatos prestados y un sueño demasiado grande para su barrio.
En Tampa Bay, su nombre sigue en los anales. Fue “All-Pro de primer equipo” en 2012, seleccionado para el Pro Bowl dos veces, y uno de los 50 jugadores más importantes en la historia de los Buccaneers. Corrió más de 5.300 yardas, anotó 30 touchdowns y atrapó más de mil doscientas yardas como receptor. Pero su legado no se mide solo en estadísticas. Se mide en cómo levantó a una ciudad entera cuando el equipo estaba en los últimos lugares, en cómo sus carreras largas parecían sacar a la gente de sus casas para gritar en las calles.
La Oficina del Forense del Condado de Alameda anunció que se realizará una autopsia. La policía local, la comisión de revisión, la oficina del fiscal y la agencia de supervisión comunitaria están abriendo investigaciones paralelas. Nadie sabe aún si fue un error, una tragedia o algo más profundo. Lo que sí se sabe es que su familia, desde Stockton, pidió privacidad. Y que la alcaldesa Barbara Lee, en su comunicado, no solo usó las palabras formales de rigor: “Nuestras condolencias están con su familia y seres queridos”. Lo dijo como quien sabe que, en Oakland, cuando un hijo se va así, el dolor no es solo personal. Es colectivo.
Los Raiders, su último equipo, guardaron silencio. Los Buccaneers publicaron un mensaje breve, pero lleno de nostalgia: “Doug dejó un impacto duradero en nuestra franquicia”. Y en las redes, los excompañeros de universidad, los entrenadores de secundaria, los vecinos que lo vieron correr en los parques antes de que lo conociera el mundo, empezaron a subir fotos. Una de ellas lo muestra a los 17 años, con el uniforme de su escuela, la cabeza inclinada, sonriendo como si ya supiera que algún día sería más que un jugador. Solo que nadie pensó que su final sería así.