Jahmyr Gibbs estalla en la NFL con 218 yardas y la primera hazaña desde Chris Johnson

En el segundo cuarto, una carrera de 78 yardas lo convirtió en el centro de atención sin necesidad de palabras. Fue un movimiento limpio, casi elegante: un giro en el aire, un pie que no tocó el suelo hasta el end zone, y el estadio se calló por un segundo —como si hasta los fanáticos de Tampa Bay supieran que algo histórico acababa de nacer.
Lo que vino después no fue casualidad. En el tercer cuarto, una zambullida de cinco yardas, con el cuerpo bajo y los brazos extendidos, selló el segundo touchdown. Pero no fue solo eso. Mientras los Buccaneers intentaban reconstruir su ofensiva con pases largos y errores de contención, Gibbs seguía moviéndose como un reloj suizo: 15 yardas por tierra, luego 28 por aire, como si el juego se adaptara a su ritmo, no al contrario.
“No pensaba en estadísticas. Pensaba en el siguiente bloqueo, en el siguiente hueco”, diría después, con la voz aún cansada pero clara. Y eso es lo que lo hace distinto: no busca récords, los acumula sin darse cuenta. 218 yardas totales en una sola noche. 136 por tierra, 82 por aire. Dos touchdowns. El primer jugador en la NFL desde Chris Johnson en 2009 en lograr esa combinación. Una hazaña que solo cuatro jugadores de los Lions han igualado en este siglo.
Mientras Jared Goff distribuía con precisión cirujana —20 de 29, 241 yardas, un touchdown a Amon-Ra St. Brown—, Baker Mayfield luchaba contra una defensa que no le daba respiro. Sus 28 pases completos no fueron suficientes. Tres errores de posesión, un gol de campo fallado, una intercepción clave. El equipo de Tampa Bay tuvo oportunidades, sí. Pero cuando Gibbs toma el balón, el campo se encoge.
El novato Tez Johnson logró un touchdown de 22 yardas al inicio del tercer cuarto, y por un instante, los Bucs creyeron que la marea podía cambiar. Pero el silencio que siguió no fue de decepción: fue de respeto. Porque todos sabían que ya no se trataba de detenerlo. Se trataba de esperar a que él decidiera cuándo terminar.
Al final del tercer cuarto, el marcador decía 21-9. Nadie hablaba de victoria aún. Pero en los vestidores de Detroit, nadie necesitaba decirlo. Ya lo habían visto. Ya lo habían sentido. Gibbs no solo llevó el balón. Llevó el peso de una franquicia que lleva años construyendo algo más que ganar: algo que dura.