Ohtani redefine el béisbol en una Serie Mundial que une a Canadá y Los Ángeles

Las luces del Rogers Centre no solo iluminan el campo; parecen proyectar las esperanzas de una generación que creció viendo a Joe Carter desaparecer pelotas en el jardín izquierdo… y que ahora, casi tres décadas después, vuelve a creer que algo así puede volver a pasar.
Shohei Ohtani no solo está en la Serie Mundial. Está redefiniendo lo que significa estar en ella. Dos semanas atrás, su bate estaba frío, sus números en postemporada parecían una anomalía. Pero el viernes, con tres jonrones y seis entradas sin carrera en el montículo, dejó claro que lo que hace no es azar — es arte. “A veces tienes que tocarlo para asegurarte de que no está hecho solo de acero”, dijo Freddie Freeman, como si hablar de Ohtani exigiera una metáfora que lo acercara a lo humano.
Los Dodgers, con la nómina más alta en la historia del béisbol — 516 millones de dólares contando hasta el bono del novato Roki Sasaki — no llegan por casualidad. Tienen 13 lanzadores en su plantilla que juntos costaron más de 124 millones. Su estrategia no es solo invertir; es dominar por volumen. Pero en Canadá, la ecuación es distinta: 266 millones en nómina, un equipo que juega con la presión de un país entero, y un manager que dice: “Cuando sientes a un país, a veces se pone un poco complicado”.
La historia no se queda en el campo. Max Scherzer, que hoy lanza para Toronto, fue parte del equipo de Los Ángeles que se quedó a un paso de la gloria en 2021. Justin Turner, que saltó de un uniforme al otro, tiene raíces en ambas ciudades. Y Freddie Freeman, el primera base de los Dodgers, lleva la bandera canadiense en su sangre: sus padres nacieron en Ontario. Esto no es solo deporte. Es genealogía.
El vínculo entre Los Ángeles y Canadá va más allá de los jugadores. En los años 40, Jackie Robinson debutó en las ligas menores con los Reales de Montreal — un equipo que era, en esencia, el brazo extendido de los Dodgers. Hoy, los Azulejos no solo representan a Toronto: representan a una nación que ha visto cómo su béisbol fue ignorado, subestimado, olvidado… hasta ahora.
La última vez que una Serie Mundial se jugó al norte de la frontera, el béisbol era otro: los juegos completos eran comunes, las estadísticas avanzadas eran teorías de laboratorio, y nadie imaginaba que un japonés de dos pies con brazos de resorte podría lanzar 100 millas por hora y luego batear un jonrón desde el otro lado del plato. Ahora, esa misma persona está en el montículo, con la temporada en juego, y el mundo lo mira sin creerlo.
Los Dodgers buscan ser el primer campeón en repetir desde los Yankees de 2000. Toronto busca ser el primero en levantar el trofeo desde 1993. Nadie lo ha hecho en 31 años. Y mientras el viento sopla desde el lago Ontario hasta el jardín izquierdo, en el aire se siente algo más que una serie de partidos: una oportunidad de escribir una nueva leyenda, sin copias, sin remakes, sin excusas.