Los actores, además, debían lidiar con pesadas vestimentas de época del siglo XIX, lo que complicaba aún más su labor.
Entre los detalles más impactantes de esta filmación, se encuentra la experiencia compartida por Maureen O’Hara en su autobiografía, donde reveló un trágico incidente que marcó el rodaje. Según O’Hara, durante una escena en un río fangoso, dos especialistas en acrobacias perdieron la vida tras caer de sus caballos y ahogarse. Lamentablemente, sus cuerpos nunca fueron recuperados, ya que el suceso ocurrió sin testigos y el barro dificultó la búsqueda.
No obstante, este relato ha sido objeto de controversia. En el libro The Cavalry Trilogy de Michael F. Blake, se menciona la falta de evidencia independiente que respalde las afirmaciones de O’Hara. Blake consultó a Harry Carey Jr. antes de su fallecimiento, quien aseguró que el único accidente registrado fue el de Chuck Hayward, sin que se reportara ninguna muerte durante la filmación.
A pesar de las tragedias, el ambiente en el set no carecía de humor. El director John Ford era conocido por su carácter fuerte y su aversión a las interrupciones. Un episodio memorable ocurrió cuando los productores de Hollywood, Herbert J. Yates y Rudy Ralston, presionaron a Ford para que acelerara el rodaje. En respuesta, el director les dijo: “Justo en cuanto se larguen de mi set”. Más tarde, durante la cena, Ford decidió hacerles una broma, contratando a Alberto Morin para que se hiciera pasar por un camarero francés con un inglés deficiente, lo que resultó en un caos cómico que los productores nunca lograron identificar como una broma.