El viernes 11 de abril, Lady Gaga tomó el escenario principal de Coachella. No fue una aparición cualquiera; fue “The Art Of Personal Chaos,” un espectáculo de dos horas que trascendió la música para convertirse en una profunda reflexión sobre la fama y su precio. Diez años después de su debut no planeado en el festival sustituyendo a Beyoncé, Gaga regresó, esta vez con una propuesta intencional y magistralmente elaborada, basada en su más reciente álbum, Mayhem, que debutó en el número uno del Billboard 200.
La presentación, dirigida por la coreógrafa Parris Goebel, se dividió en cinco actos:
- Acto 1: Velvet and Vice: Un encuentro entre Gaga actual (con un corte bob negro) y sus versiones pasadas. “Bloody Mary”, “Judas”, “Abracadabra”, “Garden of Eden” y “Poker Face” se entrelazaron, culminando en una partida de ajedrez simbólica donde el “yo” actual vence a sus versiones anteriores.
- Acto 2: And She Fell Into a Gothic Dream: Una escena teatral donde Gagas del pasado (incluyendo una con el icónico body rojo de los VMAs 2009) resucitan, interpretando temas como "Perfect Celebrity", "Disease" y una versión minimalista y conmovedora de "Paparazzi". "A veces siento que entré en un sueño a los 20 años… y no sabía si quería despertar, porque ¿qué pasaría si ustedes no estuvieran ahí?", se cuestionó Gaga ante el público.
- Acto 3: The Beautiful Nightmare That Knows Her Name: Con la colaboración de Gesaffelstein, Gaga desató la potencia de “Killah”, “Zombieboy”, “Die With a Smile” (con Bruno Mars) y “How Bad Do U Want Me”, en un despliegue de energía desenfrenada.
- Acto 4: To Wake Her Is To Lose Her: Un retorno a su yo actual, con la interpretación de “Born This Way”, un momento de afirmación: "Ustedes son quienes eligen ser, siempre lo serán".
- Acto 5: Finale: Eternal Aria Of the Monster Heart: Un cierre apoteósico con “Shallow” al piano, un recorrido entre el público, y finalmente, una versión extendida de “Bad Romance”. "Somos monstruos, y los monstruos nunca mueren", proclamó Gaga.
La escenografía, una mezcla de casa de ópera y castillo medieval con tintes industriales, reflejo perfecto del universo sonoro de
Mayhem. El uso de un auricular que transmitía hasta su respiración controlada, convirtió el concierto en una experiencia multisensorial. La artista, en una perfecta comunión con su público, dejó una marca imborrable, dejando entrever la compleja relación entre artista y fama.
Un espectáculo que no sólo celebró su trayectoria, sino que redefinió su narrativa artística, demostrando una vez más la capacidad de Lady Gaga para reinventarse y conectar con sus fans a un nivel profundo y significativo.
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