La sala del tribunal se ha convertido en un escenario donde se entrelazan la memoria, la justicia y la búsqueda de respuestas. El testimonio de la Dra. Alison Sheets, una médica de emergencia retirada que se encontraba en la tienda durante el tiroteo, ha arrojado una luz cruda sobre los eventos de ese día. Su relato, cargado de detalles escalofriantes, describe cómo el tirador, con una "expresión tranquila", disparó contra las víctimas con la frialdad de un cazador.
Sheets, que se encontraba escondida detrás de una estantería de papas fritas, describió la escena como caótica y aterradora. Según su testimonio, el tirador se movió con una precisión implacable, disparando a sus víctimas sin titubear. La doctora, que se vio inmersa en una situación de peligro inminente, pudo observar cómo el tirador, sin mostrar una pizca de remordimiento, apuntaba a su presa con la misma indiferencia que un cazador busca su objetivo en un bosque.
En medio de la confusión y el pánico, el fiscal Michael Dougherty ha destacado que Ahmad Al Aliwi Alissa eligió un lugar concurrido para perpetrar su atrocidad, buscando la máxima cantidad de víctimas. Los 68 segundos que separaron los disparos de las primeras ocho víctimas dan cuenta de la rapidez y la premeditación del ataque.
La defensa, por su parte, argumenta que Alissa sufre de esquizofrenia severa y que estaba en un episodio psicótico durante el ataque. Sin embargo, las imágenes de Alissa apuntando a sus víctimas con precisión, la frialdad con la que actuó y la premeditación del acto, contradicen la argumentación de la defensa.
Mientras el juicio continúa, la memoria de las víctimas y la búsqueda de justicia se mantienen latentes. La tragedia de Boulder, como otros tiroteos masivos en Estados Unidos, plantea una serie de interrogantes sobre la violencia armada, la salud mental y la responsabilidad individual.