El foco de atención se centra ahora en el cierre inminente del albergue ubicado en el aeródromo Floyd Bennett Field en Brooklyn. Se trata de un espacio que albergaba a más de 1.800 personas y que dejará de funcionar a partir del 15 de enero, según lo anunció el alcalde Eric Adams.
Esta medida, según el ayuntamiento, forma parte de una estrategia más amplia de reubicación de migrantes a otros refugios en la ciudad. La administración Adams argumenta que esta redistribución permitirá optimizar los recursos y ofrecer mejores condiciones a los solicitantes de asilo. Se busca, según información oficial, ubicarlos en zonas con mejor acceso a servicios esenciales y centros educativos.
Sin embargo, la decisión no está exenta de críticas. Organizaciones como la Legal Aid Society y la Coalition for the Homeless han expresado su preocupación por la falta de transparencia en el proceso de reubicación y por las posibles dificultades que enfrentarán los migrantes al ser trasladados a nuevos espacios. Estas organizaciones señalan que la ubicación remota del aeródromo Floyd Bennett Field y la escasez de servicios en la zona lo convertían en una opción inadecuada desde un principio.
La incertidumbre sobre el futuro inmediato es palpable entre los afectados. Testimonios como el de Mariama Barry, una madre soltera guineana que reside en el aeródromo, reflejan el temor a posibles deportaciones. “Pensé que estaríamos a salvo aquí, pero ahora estamos preocupados”, declaró Barry al Listin Diario. Su situación es un microcosmos de la ansiedad que experimentan muchas familias ante las nuevas políticas migratorias que se avecinan con la próxima administración.
El descenso en la llegada de migrantes a Nueva York, junto con las restricciones de asilo implementadas a nivel federal, han influenciado la decisión del cierre. Otras ciudades, como Denver y Chicago, también han tomado medidas similares para reducir su capacidad de albergue. A pesar de la disminución en las cifras, la incertidumbre persiste, principalmente en torno al impacto de las nuevas políticas federales en la vida de los migrantes.
El alcalde Adams, por su parte, ha defendido la gestión de su administración, destacando la eficiencia de Nueva York en comparación con otras ciudades. La situación, aunque aparentemente resuelta con el cierre del albergue, deja un interrogante abierto sobre el futuro de las políticas de migración en la ciudad y el bienestar de las personas que buscan refugio en ella.