El epicentro, localizado en el condado de Tingri, Tíbet, a una altitud media de 4200 metros, según el Centro de Redes Sismológicas de China, provocó un terremoto de magnitud 7.1 según el USGS, o 6.8 según el Centro Sismológico de China. Esta discrepancia en las mediciones, aunque mínima, resalta la complejidad de calcular la intensidad de estos eventos en zonas montañosas.
La tragedia se desató con la fuerza de la naturaleza: 126 personas perdieron la vida y 188 resultaron heridas, según reportes de Xinhua. Más de mil casas sufrieron daños, dejando a cientos de familias sin hogar en medio de un paisaje devastado. Las imágenes difundidas mostraron escenas desoladoras: edificios destruidos, calles cubiertas de escombros y el esfuerzo titánico de los rescatistas entre los restos de hogares destrozados. "Todos están temblando," se escucha decir a una mujer en un video grabado en Katmandú, reflejando el terror que se vivió a 230 kilómetros del epicentro.
El impacto se extendió. En Nepal, aunque sin daños de gran envergadura reportados inicialmente, el sismo se sintió con fuerza en Katmandú, obligando a los habitantes a salir a las calles. La zona del Everest, en el lado chino, se encuentra clausurada. La proximidad del epicentro a esta región, a unos 75 kilómetros de distancia, hace plausible la afectación a las rutas de ascenso y a las infraestructuras turísticas de la zona, especialmente preocupante considerando que nos encontramos en plena temporada de invierno.
Las consecuencias se agravan por la actividad sísmica de la región, donde las placas tectónicas de India y Eurasia chocan constantemente. Se registraron aproximadamente 50 réplicas en las tres horas posteriores al terremoto principal, aumentando la vulnerabilidad de la población y dificultando las labores de rescate. La respuesta gubernamental incluyó el despliegue de más de 3000 rescatistas y una asignación de 100 millones de yuanes en ayuda de emergencia.
La zona afectada, con cerca de 6900 habitantes en un radio de 20 kilómetros del epicentro, enfrenta ahora el desafío de la reconstrucción. La altura, el clima adverso y la lejanía geográfica complican las tareas de ayuda y recuperación. La situación pone en relieve la vulnerabilidad de las comunidades de alta montaña ante eventos de esta magnitud.