Muere Clint Hill, agente del Servicio Secreto que protegió a John F. Kennedy tras el atentado
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La muerte ocurrió el viernes pasado en Belvedere, California, a la edad de 93 años. Se trata de Clint Hill, un nombre que, aunque quizá no resuene de inmediato, está inextricablemente ligado a uno de los eventos más grabados en la memoria colectiva: el asesinato del presidente John F. Kennedy.
Las imágenes, grabadas en la película casera de Abraham Zapruder, lo muestran con una claridad impactante: la figura de Hill saltando sobre la parte trasera de la limusina presidencial, un instante congelado en el tiempo, un gesto de valentía en medio del caos. Este acto, lleno de heroísmo y desesperación, quedó plasmado para siempre en la historia.
A pesar de las condecoraciones y ascensos recibidos por su valentía ese día en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, Hill cargó durante décadas con una pesada carga. "Si hubiera reaccionado solo un poco más rápido... y podría haberlo hecho," confesó con lágrimas en los ojos en una entrevista para "60 Minutos" en 1975, poco después de su retiro anticipado a los 43 años, a instancias de sus médicos. "Y viviré con eso hasta mi muerte."
Su testimonio ante la Comisión Warren detalla cómo reaccionó al escuchar el disparo y ver al presidente desplomarse. El impacto mortal ya se había producido antes de que pudiera llegar a la limusina. La película de Zapruder capta el momento en que salta del vehículo del Servicio Secreto, se agarra al maletero de la limusina y se sube a ella mientras el conductor acelera. Impidió que la primera dama, Jacqueline Kennedy, cayera del vehículo.
Hill, quien posteriormente se convirtió en agente a cargo del equipo de protección de la Casa Blanca y director asistente del Servicio Secreto, admitió haber sufrido una profunda depresión y recuerdos recurrentes del atentado. La película de 1993 "En la línea de fuego", protagonizada por Clint Eastwood, se inspiró en parte en su experiencia.
Su vida, desde su infancia en Washburn, Dakota del Norte, hasta su paso por el ejército y su trabajo como agente ferroviario antes de unirse al Servicio Secreto en 1958, contribuyó a forjar su carácter y su reacción en aquel fatídico día. Su historia trasciende la simple crónica de un agente; es un testimonio del peso de la responsabilidad, la lucha contra el trauma y el largo camino hacia la aceptación.
Tras su retiro, Hill ofreció pocas entrevistas públicas sobre el asesinato, siendo la más conmovedora la de 1975 con Mike Wallace. Un servicio funerario privado se celebrará en Washington, D.C., en una fecha posterior.