Brote de sarampión: dos muertes en Estados Unidos alertan sobre riesgo de propagación

El foco está puesto en un brote de sarampión que ya ha superado los 208 casos confirmados entre Texas y Nuevo México. La cifra, que inicialmente parecía un simple dato estadístico, se ha tornado alarmante tras confirmarse dos muertes relacionadas con la enfermedad. Ambas víctimas, cabe destacar, no estaban vacunadas.
Uno de los fallecimientos ocurrió en Nuevo México, donde el diagnóstico de sarampión se realizó póstumamente. Aunque la causa oficial de muerte aún no se ha publicado, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) lo han clasificado como una muerte relacionada con el sarampión.
Los CDC han emitido una advertencia, señalando que se esperan más casos debido a la rápida expansión del brote. Esta situación se agrava por la proximidad de la temporada alta de viajes, lo cual incrementa el riesgo de propagación.
El sarampión, altamente contagioso, se transmite a través de gotículas respiratorias que pueden permanecer en el aire hasta dos horas después de que la persona infectada haya abandonado el lugar. Sus síntomas incluyen fiebre, problemas respiratorios y erupción cutánea, pero también puede provocar complicaciones graves como neumonía, encefalitis y la muerte.
La clave para prevenir la propagación, según los CDC, sigue siendo la vacunación. La vacuna contra el sarampión, obligatoria para niños mayores de 12 meses, ofrece una inmunidad de por vida del 93% con una dosis, que aumenta al 97% con dos. Sin embargo, las tasas de vacunación en Estados Unidos han disminuido, situándose por debajo del 95% recomendado para la inmunidad colectiva.
Este descenso se atribuye en parte a la desinformación sobre las vacunas, exacerbada por la pandemia de COVID-19. La situación se complica aún más con la figura del actual Secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., quien durante décadas ha criticado la vacuna MMR, vinculándola falsamente con el autismo. Aunque recientemente ha suavizado su postura, sus declaraciones pasadas y la promoción de tratamientos alternativos, como la vitamina A y los esteroides (si bien médicamente válidos), desvían la atención de la necesidad de una mayor vacunación.