León XIV, el primer pontífice estadounidense de la historia, habló claro durante una audiencia con personalidades francesas. "Soy muy consciente de que el compromiso abiertamente cristiano de un funcionario público no es fácil", reconoció, mientras la luz matutina bañaba la Sala Clementina. Sus palabras, pronunciadas en un francés fluido, llevaban el peso de quien conoce las tensiones entre el poder secular y las creencias religiosas.
El análisis del Papa no se limitó a generalidades. Detalló tres obstáculos concretos que enfrentan los políticos católicos:
- Presiones externas de grupos con agendas contrarias a los valores cristianos
- Disciplina partidista que exige votar contra la conciencia personal
- Colonizaciones ideológicas, término que retomó de su predecesor Francisco
Lo relevante vino después. León XIV no se conformó con diagnosticar el problema.
Planteó una solución radical: la valentía de decir
"¡No, no puedo!" cuando las órdenes contradicen verdades fundamentales. Una postura que, en el contexto francés marcado por el
laicismo, adquiere dimensiones especialmente polémicas.
El discurso profundizó en cómo la fe debería permear todas las esferas de acción política:
- Desde la defensa de la vida y la familia
- Hasta la economía y las políticas sociales
- Pasando por la educación y los medios de comunicación
"No hay separación en la personalidad de una figura pública", sentenció el Papa, borrando la falsa dicotomía entre el funcionario y el creyente. Su mensaje final fue un llamado al estudio serio de la
doctrina social cristiana y su aplicación concreta en la elaboración de leyes. Un desafío que, según su visión, requiere más que buenas intenciones: exige formación teológica y
coraje civil.
Mientras los asistentes abandonaban el Vaticano, quedaba flotando una pregunta incómoda: ¿cuántos políticos estarán dispuestos a pagar el precio de esa coherencia cuando las urnas y las cúpulas partidistas premian la obediencia sobre la convicción?
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