En medio de esta travesía, las mujeres embarazadas representan un desafío particular, cargando no solo con la esperanza de un nuevo comienzo, sino también con el peso de la incertidumbre y la fragilidad de su situación.
Una joven hondureña de 20 años y siete meses de embarazo, refleja la realidad de muchas mujeres migrantes que llegan a México con la ilusión de que sus hijos nazcan en territorio estadounidense.
La idea de que su bebé reciba la ciudadanía estadounidense es un sueño que las motiva a continuar el camino, aunque el miedo a que los tiempos de los trámites de asilo no las favorezcan, las acompaña en cada paso.
Ella reside en un campamento ubicado cerca de la Iglesia Nuestra Señora de la Soledad, en la alcaldía Venustiano Carranza, un lugar que alberga a cientos de migrantes provenientes de distintos países.
Si el bebé nace del otro lado de la frontera, mi hijo supuestamente tendría papeles de esa nación, comenta la chica hondureña.
Una mujer colombiana que también está embarazada y que vive en un campamento cerca de la estación de Autobuses del Norte, cuenta que fue secuestrada durante su viaje y que el miedo por la seguridad de su hijo la acompaña constantemente.
Mi mayor miedo es que en caso de obtener una cita, mi hijo no sea recibido si nace antes, confiesa la chica colombiana, con la voz temblorosa mientras acaricia su vientre.
El camino que recorren estas mujeres embarazadas es un testimonio de la fuerza y la resiliencia del espíritu humano, una lucha por la vida y la esperanza que se refleja en sus ojos, en cada paso que dan y en la esperanza que depositan en sus hijos.