Su viaje, inicialmente tranquilo, se convirtió en una batalla contra el miedo y el dolor.
Un alacrán, sin que la mujer lo notara, se había refugiado entre sus pertenencias. Al descubrir al arácnido, la reacción fue inmediata: un golpe contundente para eliminarlo. Sin embargo, el veneno ya había hecho efecto. La picadura, aguda y dolorosa, le recordaba que la amenaza no había desaparecido.
Con el miedo a flor de piel, la mujer no dudó en buscar ayuda. Los policías de la estación, alertados por la situación, actuaron con rapidez. Brindaron primeros auxilios a la mujer, aliviando el dolor y la angustia. Conscientes de la gravedad de la picadura, la mujer, con la ayuda de los oficiales, se trasladó a una clínica cercana para recibir atención médica especializada.