La tierra se movió en San Marcos, Guerrero, despertando a los habitantes de la región con un temblor de 4.1 de magnitud. El sismo, registrado por el Servicio Sismológico Nacional (SSN), ocurrió a las 14:09 horas del centro (20:09 UTC) del pasado 14 de noviembre.
El movimiento telúrico tuvo una profundidad de 6.7 kilómetros y su epicentro se ubicó a 21 kilómetros al sureste de la ciudad. Aunque afortunadamente no se reportaron daños significativos, el evento volvió a poner en alerta a la población sobre la constante actividad sísmica que caracteriza a México.
Las autoridades del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) hicieron un llamado a la calma, instando a la población a mantenerse informada a través de fuentes oficiales y a no caer en rumores o noticias falsas.
También se recordó la importancia de tener un plan de protección civil, participar en simulacros de evacuación y preparar una mochila de emergencia.
México es un país que se encuentra en una zona de alta sismicidad, por lo que los eventos como este son comunes. Sin embargo, la memoria colectiva de los mexicanos está marcada por los sismos de 1985 y 2017, que dejaron una huella imborrable en la historia del país.
El sismo de 1985, con una magnitud de 8.2, azotó la Ciudad de México el 19 de septiembre de ese año a las 7:19 horas locales (13:19 UTC). El epicentro se ubicó en el estado de Guerrero.
Exactamente 32 años después, el 19 de septiembre de 2017, otro terremoto, con una magnitud de 7.1, volvió a sacudir la capital del país. El epicentro se localizó en una zona entre los estados de Puebla y Morelos.
Estos dos eventos marcaron un antes y un después en la historia del país, dejando una enseñanza invaluable sobre la importancia de la prevención y la preparación ante eventos naturales de esta magnitud.