Recientemente, el Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro reportó un hallazgo inusual: una urna mortuoria. No se trata de un simple objeto perdido, sino de un contenedor de cenizas, encontrado en un vagón de la Línea 6, específicamente cerca de la estación Instituto del Petróleo.
El comunicado del Metro, emitido el 7 de enero, detalla que la urna, con la placa de identificación de Luis “N”, se encuentra en la oficina de Objetos Extraviados desde el año pasado. “El objeto fue trasladado a la oficina de Objetos Extraviados… lugar donde ha permanecido desde el año pasado”, se lee en el comunicado.
Pero este no es un caso aislado. El Metro ha experimentado situaciones similares en el pasado. De hecho, la pérdida de urnas en el sistema de transporte no es tan excepcional como parece.
En 2015, un matrimonio perdió la urna con las cenizas de su bebé en la Línea 3. Otro incidente similar ocurrió ese mismo año en la Línea 2, estación Panteones. Afortunadamente, en ambos casos, las familias recuperaron los restos de sus seres queridos gracias a la difusión mediática de los sucesos.
Estos casos, aunque inusuales, nos recuerdan la importancia de estar atentos a nuestras pertenencias, incluso en momentos de dolor o estrés. El Metro, a pesar de su inmensa escala, se convierte así en un escenario inesperado donde la vida y la muerte se cruzan de manera peculiar, dejando un rastro de misterio y reflexión.