Harta de no recibir una oportunidad por el título, ve una luz al final del túnel cuando su mánager cocainómano, Rusty (Jonathan Cherry), recibe una jugosa oferta: 50,000 dólares por participar en un torneo privado en un complejo perdido en la nada.
Acompañada de su amante, Joe Lean (Steven Ogg), y el resto de su equipo, Miss Behave se aventura a este misterioso lugar. Allí, entre vino, buena comida y una dosis considerable de drogas, se dan cuenta de que el torneo es algo más que una simple competencia. Se trata de una serie de combates con una temática elemental ("aire/agua/tierra/fuego"), dirigidos por un siniestro líder (Chris Jericho) que brinda un inquietante brindis: "al sacrificio".
Dean, el director, no escatima en recursos visuales. La película está bañada en tonos vívidos al estilo giallo, con reminiscencias a cintas de VHS, creando una atmósfera opresiva y misteriosa. La estética recuerda a la película Mandy (2018) de Panos Cosmatos, aunque, según la crítica, Dark Match se queda corta en cuanto a perversión desquiciada. El satanismo en esta película parece más una puesta en escena que una representación genuina.
A medida que los luchadores van cayendo, Miss Behave y Joe Lean se refugian en los vestidores, recordando a clásicos del terror como La Cosa y Asalto a la comisaría del distrito 13 de John Carpenter. Sin embargo, la película, a pesar de su estética elaborada, se siente un poco inconclusa; le habría venido bien un toque del humor negro de Big Trouble in Little China para aligerar la tensión.
En resumen, Dark Match es una propuesta visualmente impactante, pero con una narrativa que, a pesar de su premisa extravagante, no logra explotar todo su potencial. La mezcla de lucha libre, satanismo y estética retro resulta intrigante, aunque quizá algo irregular en su ejecución.