Rita López Valenzuela nació en 1968 y “murió” 11 años después. Nació de nuevo y lo que vivió es un recuerdo fresco en su memoria, al igual que su viaje a la morada celestial.
El viernes 15 de junio de 1979, Rita López cursaba el 5to grado con el Profe Rodrigo y su hermana Silvia, el 6to año. Las dos se fueron a bañar al canal. Su madre se los había prohibido porque traían los pies calientes. “No se metan al agua porque traen los pies calientes y les puede hacer daño”.
Así lo recordó Alejandrina, la hermana menor, alumna en aquel entonces del 3er año. “Vi que se fueron al canal a bañarse, las dos estaban desobedeciendo a mi mamá y cuando no le haces caso a tú siempre tiene consecuencias”.
Silvia retó a Rita para ver quién de las dos hermanas llegaría más lejos nadando bajo el agua. Saltó primero y a varios metros de distancia de la compuerta emergió. Puso su marca en la orilla del canal y se la mostró a Rita.
Dispuesta a superar a Silvia, se paró desafiante en lo alto de la compuerta y se tiró un clavado de pie. El impulso la llevaría hasta las profundidades del peligroso canal de riego agrícola que desahogaba por el fondo.
Su lance al agua fue pegado a la ´cortina´ de la compuerta y la fuerte corriente atrapó su pie izquierdo. “Comencé a ´manotear´ para sacar mi pie que estaba atorado, pero no podía. La corriente de agua era muy fuerte.
“Yo seguía ´manoteando´ para que mi hermana me viera, y me auxiliara o fuera por ayuda, pero estaba en el fondo del canal y nadie podía darse cuenta que yo estaba ahí desesperada, acabándoseme el oxígeno y a punto de morir ahogada.
En ese instante recordó las palabras de su madre. “No te bañes en el canal porque traes los pies calientes”. “Me acordé de lo que me había dicho mi mamá, pero ya estaba atrapada por la corriente de agua en el fondo del canal, en la abertura de la compuerta”.
Recuerda que su desesperación por respirar comenzó a tragar agua por nariz y boca. Luego, de manera inevitable, entró en estado de inconsciencia.
Silvia busca a su hermana Rita
Silvia, ajena a lo que le ocurría a su hermana Rita en el fondo del canal, caminaba despreocupada esperando que emergiera para ver quién de las dos había ganado la competencia.
Los minutos transcurrieron y sabiendo que nadie podía aguantar la respiración pulmonar durante tanto tiempo, supuso que Rita salió del canal y se escondió para jugarle una broma. La buscó en el sifón contiguo al canal sin encontrarla. Comenzó a gritarle, pero Rita no respondía.
Fue hasta los matorrales, la buscó entre los árboles del monte cercano y Rita no aparecía. Luego creyó que estaría viéndola y riéndose de ella escondida entre el caserío de sus vecinos y recorrió casa por casa deseando encontrarla, pero no la halló.
Su desesperación ya era mucha, había transcurrido casi la hora sin saber de Rita, mientras su mamá, ajena a esta situación, seguía conversando en casa de su cuñada Andrea, hermana de su papá. Silvia no quería llegar con ella por temor a recibir un severo castigo y tuvo una idea.
Corrió poco más de kilómetro, entre piedras, sorteando las espinas del monte, entre terreno lodoso y otros tramos secos, hasta llegar a la casa de su hermana Aurora, la casada. Con la respiración agitada la puso al tanto de lo ocurrido con Rita y Aurora le ordenó se regresará corriendo lo más rápido que pudiera y le informará a su mamá.
De nuevo Silvia emprendió una larga carrera, agitada, agotada, angustiada. La distancia ahora se hizo más larga por la fatiga física. Ya habían transcurrido al menos 30 minutos y otra media hora de regreso. Rita tenía cerca de 2 horas bajo el agua. Seguía atrapada de su pie izquierdo en la compuerta, en el fondo del canal.
Rescatan a Rita
Su mamá, doña María Valenzuela, salió presurosa de la casa de su cuñada Andrea con el temor en su corazón y la angustia reflejada en su rostro. Por el camino llamó a su hijo Juan que batía adobe para hacer ladrillo. El jovencito se lanzó desde la compuerta de donde lo hizo Rita y con sus pies tocó su cuerpo.
Salió a la superficie y avisó que ahí se encontraba su hermana, pero no podía sacarla por tener un pie atorado en la compuerta.
Gildardo López Armenta, el vecino, se apresuró a darle vueltas a la rueda que regula el ingreso de agua. La abrió toda y su hermano Juan, junto con otros vecinos, ya estaban listos para rescatar a Rita al otro lado del canal.
Al abrirse totalmente la compuerta, la corriente de agua la impulsó y Juan la tomó en sus brazos y se la entregó a su mamá.
Gildardo López Armenta tenía cerca de ahí su carreta tirada por ´Napoleón´, un caballo viejo, cansado de tanta carga y de jalar la pesada carreta.
Subió doña María Valenzuela con su hija agonizante en brazos y ese viernes 15 de junio de 1979, ´Napoleón´ corrió veloz como nunca lo había hecho, dejando la marca de la herradura de sus cuatro patas marcadas en el polvoroso camino.
Doña María, en el trayecto, le frotaba en la nariz de la niña cebolla morada que sus vecinas le habían dado, en un desesperado esfuerzo para que abriera los ojos. Tampoco daban resultado las cosquillas en los pies.
La brecha era muy larga y ´Napoleón´ casi volaba como un ´Pegaso´. Al llegar al camino principal, ya había transcurrido casi media hora. En ese momento pasaba Melitón Quiñones, casado con una sobrina de su esposo.
Melitón trabajaba en la criba y conducía un dompe. Sin pensarlo dos veces detuvo su marcha y con ellas a bordo aplastó el acelerador a fondo para llegar a la carretera y de ahí enfilar hacia Navojoa, rumbo al hospital municipal. Atrás, ´Napoleón´ resoplaba cansado, pero satisfecho.
Con la mamá bañada en lágrimas y envuelta en ruegos milagrosos llegaron al hospital municipal de Navojoa. Había terminado un largo peregrinar por caminos mal trazados.
El doctor de Ciudad Obregón
Al llegar al hospital municipal de Navojoa, con su hija en brazos irrumpió en la sala de emergencia pidiendo le salvaran la vida a Rita. Médicos y enfermeras creyeron que la niña moriría, que ya agonizaba a pesar de tener pulso.
Solo la acostaron en una cama. Nunca le aplicaron alguna técnica para extraerle el agua de sus pulmones, nada le hicieron, supusieron que en cualquier momento moriría y para qué molestarse.
Ante la insistencia de su mamá, del nosocomio ya desaparecido del ámbito institucional, se comunicaron con un médico residente en el municipio de Cajeme y éste les indicó que iría tan pronto se desocupara.
Esperaron la llegada del doctor de Ciudad Obregón, localidad distante a 60 kilómetros al norte de Navojoa. A su llegada, le aplicó una inyección y el especialista, nunca supieron en qué, le aseguró a doña María Valenzuela que su hija abriría los ojos a las 11 de la mañana del otro día, del sábado 16 de junio de 1979.
Su viaje a la morada celestial
Rita sintió estar como en un sueño donde volaba entre nubes muy blancas y a sus costados lo hacían angelitos. “Parecían niños que me sonreían, iban a mi lado izquierdo y a mi lado derecho, volaban junto conmigo y con solo verlos me inspiraban confianza.
“Pero más atrás lo hacían unas vacas cornudas, grandotas y muy feas. El caso es que llegué a un lugar muy bonito. Había una puerta de reja que tenía muchos candados y al fondo había árboles, columpios, césped recién cortado, personas bien vestidas, los hombres usaban corbata y los animales salvajes, carnívoros, convivían con los humanos sin hacerles daño”.
Así lo recuerda Rita. “De pronto, apareció un señor delgado, alto, de barba blanca y larga. Un cinturón brillante sujetaba su túnica en su cintura y calzaba botas altas, muy brillosas. Con una voz como trueno me ordenó, ´regrésate, tú no perteneces aquí´.
“Me sentía tan a gusto en ese lugar, lleno de calma, con un cielo de color azul precioso. No quería regresarme, pero ese señor me ordenó de nuevo, con su voz fuerte como un trueno que me regresara”.
“Al regresar, empecé a bajar por entre las nubes, pero ya no estaban los angelitos, sólo las vacas feas y cornudas volaron conmigo y la verdad me daban mucho miedo”, contó.
Cuando Rita López Valenzuela, entonces de 11, ahora de 54 años, regresó de la morada celestial, abrió los ojos tal y como lo aseguró el doctor. Eran las 11 de la mañana del sábado 16 de junio de 1979.
Perseguida por las vacas cornudas
Su mamá la llevó a casa de una pariente en la colonia Rosales, en Navojoa. La acostó y asegura que no conocía a nadie. Al siguiente día, el domingo 17 de junio de 1979, comenzó a vomitar agua de sus pulmones. “Era agua muy apestosa y vomitaba como si tuviera presión, así la echaba pa´fuera”, comentó.
Alejandrina, apenas una niña, recuerda que muchas personas fueron a visitar a su hermana.
“No podían creer en ese milagro de vida y querían constatarlo personalmente. Otras vecinas estaban disculpándose con mi mamá, las que fueron hasta el hospital a decirle que no gastara en médicos ni en medicinas, que mejor con ese dinero, comprara un cajón para sepultar a Rita”.
Continuó Alejandrina: “Mi mamá nunca perdió la fe, jamás dejó de pedirle a Dios el milagro de vida para mi hermana”.
Rita creyó que su viaje a la morada celestial había sido solo un sueño, hasta que comenzó a ver de nuevo a las vacas feas y cornudas. Se le aparecían en diversas partes, querían llevársela con ellas.
“Duré como tres meses durmiendo con mi mamá y no solo las soñaba, también de día las veía consciente adentro de la casa”, declaró un poco asustada, a pesar de los años transcurridos.
Hace 9 años, Rita cayó de nuevo a un canal, ahora en la cabecera municipal de Navojoa. Era tiempo de invierno y para su buena suerte, la vieron personas que pasaban por el puente de la colonia Miravalle y la rescataron, lanzándole un vaquero la piola que la jaló con su caballo.
Las serpientes del agua
Del tamaño de un poste, aparecen de repente por los canales de Tierra Blanca, comisaría de Tesia, municipio de Navojoa, Sonora. Rita vio saltar una gigantesca serpiente fuera del agua que atrapó a una vaca y la enrolló con su cuerpo.
“Se escuchó tan feo cuando le tronó a la vaca todos sus huesos. Luego se levantó bien alto y se dejó caer en el agua del canal donde se me ahogué. De la vaca no se encontraron sus restos, se la llevó la serpiente quién sabe a dónde, aunque algunos dicen que hay túneles por donde se meten para que no las encuentren”, expresó.
Otra serpiente más ha sido vista por los vecinos de estas comunidades rurales. Los yoremes la describen de cabello rubio, a los hombros y aseguran es ´guapa´. Merodea por la Laguna de Santa Rosa, en Tesia y engaña con su belleza a quien la mira, para luego comérselo.
Señalan a este último animal como el responsable de la desaparición de una niña de 3 años que desapareció en un carrizal y el caso de un joven deportista que se lanzó a cruzar a nado el canal para no ir hasta el puente. Ninguno de los cuerpos fue encontrado.
Alejandrina puntualizó que su hermana Rita, después de sobrevivir, cuando quería alguna cosa y su mamá se le negaba, la amenazaba con irse a bañar al canal, “y pues mi mamá se la daba. Le decía, ten, ten, pero no te metas a bañar al canal”.