La incertidumbre se centra en la figura de Donald Trump y su posible regreso a la Casa Blanca. Empresarios como Sunny Hu, de Hangzhou Skytech Outdoor en China, están acelerando envíos a Estados Unidos, anticipándose a posibles aranceles. Similarmente, Matthias Arnold, de una bodega familiar alemana, experimenta un incremento notable en pedidos de importadores estadounidenses, buscando abastecerse antes de cualquier posible nueva imposición arancelaria.
La situación es descrita como de "pánico" por Robert Krieger, presidente de Krieger Worldwide, una firma de asesoría logística. Se espera un "aumento considerable en la demanda en la cadena de suministro". Este sentimiento es compartido por Win Cramer, CEO de JLab, quien ya trasladó parte de su producción fuera de China durante la administración anterior de Trump, y ahora se prepara para posibles subidas de precios.
La respuesta de las compañías es diversa: algunas anticipan pedidos, otras buscan nuevos proveedores, y algunas renegocian con sus socios actuales. Pero todas enfrentan el mismo problema: costos adicionales. El aumento en inventarios, envíos urgentes y la búsqueda de nuevos proveedores fiables incrementan los gastos, un peso que finalmente recaerá en el consumidor.
La situación se complica porque la amenaza de Trump no se limita a antiguos adversarios comerciales. Raine Mahdi, fundador de Zipfox, una plataforma online que conecta empresas estadounidenses con fábricas mexicanas, ha visto un incremento del 30% en solicitudes desde la elección, aumento que se intensificó tras las amenazas de aranceles al 100% a países BRICS. Este aumento en la demanda se refleja en los puertos de China, con un crecimiento de dos dígitos en el tráfico de contenedores.
La situación no se limita a Asia. Los puertos de Los Ángeles y Long Beach, en Estados Unidos, experimentan un aumento similar al de 2018. El director ejecutivo del puerto de Long Beach, Mario Cordero, señala que el incremento de importaciones podría extenderse hasta la primavera de 2025, recordando el impacto negativo de los aranceles en 2018, con una disminución del 20% en importaciones de China y una caída del 45% en exportaciones.
A la incertidumbre arancelaria se suman otros factores: la proximidad del Año Nuevo Lunar en China y la posibilidad de huelgas portuarias en Estados Unidos. Robert Sockin, economista de Citigroup, advierte sobre la tensión en el comercio mundial ante cualquier disrupción. La Reserva Federal, por su parte, refleja la preocupación en su último Beige Book, donde la palabra "arancel" se mencionó 11 veces.
El impacto es amplio. Lynlee Brown, socia de EY, recibió más de 400 consultas en las horas posteriores a las elecciones. Desde empresas importadoras de materias primas hasta una empresa textil australiana buscan respuestas. Kim Osgood y Mike Roach, dueños de Paloma Clothing, ya anticipan pedidos, resaltando la "incertidumbre" como el mayor obstáculo para los negocios. Una encuesta de Oxford Economics indica que el 65% de empresas estadounidenses ven una guerra comercial como un riesgo significativo.
En China, empresas como Hangzhou Skytech Outdoor, con el 90% de sus exportaciones a Estados Unidos, están buscando estrategias de mitigación. Mientras, en California, JLab, habiendo ya movido su producción fuera de China, enfrenta la decisión de absorber o trasladar los costos al consumidor. La abogada aduanera Evelyn Suárez advierte sobre la dificultad para las empresas de afrontar un segundo impacto arancelario.
En Alemania, la situación en bodegas como la de Arnold refleja la presión. Absorber el costo de los aranceles implica reducir márgenes, mientras que buscar nuevos mercados conlleva tiempo y recursos. La incertidumbre es la constante en este inicio del 2025, un año que ya promete ser memorable por el impacto económico global que se avecina.