Oquitoa, lo más cercano al paraíso en Sonora

En el epicentro del Desierto de Sonora, Oquitoa se yergue como el oasis más cercano al paraíso, tierra que fue dominio de los guerreros Pimas, adoradores de una señora de tez blanca que los guió hasta su fundación y donde por primera vez una mujer alcanzó la presidencia municipal en un territorio marcado por el férreo dominio político del hombre

Oquitoa, lo más cercano al paraíso en Sonora
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Agua Prieta.

En el epicentro del Desierto de Sonora, Oquitoa se yergue como el oasis más cercano al paraíso, tierra que fue dominio de los guerreros Pimas, adoradores de una señora de tez blanca que los guió hasta su fundación y donde por primera vez una mujer alcanzó la presidencia municipal en un territorio marcado por el férreo dominio político del hombre.
María del Carmen Martínez Figueroa, ahora escribe la historia institucional que una vez inició el padre Kino en 1689, fecha de su fundación.
El Palacio Municipal, enclavado en la cumbre de un cerro como vigía permanente que alerta a sus habitantes del acecho de las tempestades, es remodelado al igual que la Plaza Pública y su hermoso kiosco donde en el verano sus habitantes celebran las fiestas patronales.
Oquitoa se descubre a los ojos de los visitantes con sus calles limpias, todas pavimentadas con concreto hidráulico y sin baches, sin basura, casas con fachadas bien pintadas, sin robos ni actos antisociales.
La Presidenta Municipal señala que su tierra de origen es un lugar donde los vecinos duermen tranquilos y seguros con las puertas abiertas de sus casas: aquí la gente es muy hospitalaria y si tiene hambre, le comparten con mucho gusto lo que tengan en su cocina; las familias están muy dedicadas a mantener sus casas limpias y bonitas”, comentó la Alcaldesa.
Los jardines de sus banquetas se adornan con el color de sus bugambilias y rosales, donde por las tardes del verano la gente se sienta a platicar mientras respira su perfume y los frondosos árboles que las cubren con su sombra y frescura, se convierten en silenciosos testigos de las conversaciones de los vecinos.
En ese escenario nació María del Carmen Martínez Figueroa, quien ahora desde Palacio Municipal trabaja en la transformación de su comunidad con apoyo de la gobernadora Claudia Pavlovich a través de programas sociales y de proyectos de modernización, sin perder un ápice de sus raíces históricas con las que sobresale y le distinguen del resto de los pueblos del Desierto de Sonora.
Teniendo la agricultura y ganadería como vocación productiva y una erosión muy baja, esperan cada octubre la celebración de la caravana del recuerdo, que es cuando llegan quienes han partido hacia Estados Unidos y otros lugares.
Expuso que los que se van regresan cada año al inicio del otoño para convivir y fortalecer su identidad como hijos de esta tierra que no necesita decretarse como Pueblo Mágico porque en sí ya lo es.

LA RESUCITADA DEL MOLINO
Entre las historias de Oquitoa sobresale la leyenda conocida como La Resucitada del Molino. Cuenta María Jesús Traslaviña Miranda, promotora municipal de Turismo que en 1750 se estableció un molino harinero administrado por don Jesús María Cañedo y Tres Ríos, casado con doña Tomasa de la Huerta y de Cañedo, cuya hija mayor, Rosalba Guadalupe, se distinguía por su belleza inigualable de mujer.
Ella murió muy joven de una extraña enfermedad a finales del siglo XVIII y fue sepultada por sus ricos padres con muchas alhajas y un vestido elegantísimo de seda con prendas de oro, pero en el pueblo había un par de ambiciosos ladrones de poca monta y bebedores de Bacanora conocidos en las cuatro equinas de Oquitoa.
El día que fue sepultada aquella jovencita llegaron entre la escasa luz de la luna al camposanto y excavaron en la tumba. Abrieron el ataúd y despojaron de todo el oro y joyas con que fue sepultada. El cuerpo aun conservaba su hermosura y el primor de una muchacha casadera. Uno de ellos quiso quitarle el anillo del dedo de su mano izquierda, pero al no lograrlo, tomó su cuchillo para cortárselo y al encajar el filo de la navaja en su carne la muchacha sepultada lanzó un grito de dolor”, relató la funcionaria municipal.
Dijo que la leyenda cuenta que saltaron del sepulcro y corrieron despavoridos, hasta que el cansancio los hizo detenerse, momento en que comenzaron a reflexionar entre informar a su padre de lo ocurrido o dejarla a su suerte: decidieron avisarle a su papá, de lo que ellos consideraban un milagro, aun a riesgo de que fueran tomados presos y conducidos inmediatamente a la horca”, comentó.
Relató que enseguida sus familiares, peones del molino harinero y vecinos fueron corriendo al panteón con sus lámparas encendidas y encontraron afuera de su tumba, a Rosalba Guadalupe, lo que llenó de felicidad a todos.
Al día siguiente don Jesús María Cañedo y Tres Ríos, organizó una gran velada para premiarlos y aquellos ‘héroes’, bailaron, comieron y bebieron durante toda la noche.
Además, el papá de la resucitada, les regaló una casa a cada uno de ellos y una muy buena participación de las ganancias del molino harinero, con lo que ya no tuvieron necesidad de volver a trabajar: ese sí que fue un milagro que les cambió la vida a ese par de ladrones”, concluyó María Jesús Traslaviña.

SIN CÚPULA EL TEMPLO DE SAN ANTONIO DE PADUA
Con gruesas paredes de adobe que tienen más de un metro de espesor, la iglesia, de San Antonio de Padua  se distingue a lo lejos en la cima de un cerro. Curiosamente se construyó sin cúpula y con 329 años de edad se encuentra enclavada en medio del camposanto de Oquitoa y franqueada por una hilera de sahuaros gigantes.
Albergando en su interior cuadros al óleo, un gran Cristo labrado en aquella época en madera de mezquite, así como sus vigas que sostienen el techo, destaca un cuadro de la virgen de Guadalupe del siglo XVIII que lamentablemente no fue restaurado con los materiales adecuados.
A un lado del altar está la pila bautismal de cobre amartillado y empotrada sobre una base de mezquite, que al paso de más de tres siglos no oculta su belleza artesanal.
El  edificio de forma rectangular, con la puerta hacia el sur, inició su construcción en 1687 por indicaciones de Fray Eusebio Kino, quien encargó su edificación al sacerdote Jacobo Sedelmeyer, donde el  primer párroco fue Antonio Arias.
Hoy en día las familias de Oquitoa se turnan durante una semana el cuidado de ese histórico templo y tienen a su cargo hacer sonar las campanas cada hora. Ese es el reloj de la comunidad.

LA TUMBA AL REVÉS
El cementerio rodea a la iglesia de San Antonio de Padua, cuya imagen acostada, se encuentra al lado izquierdo del templo cuando se ingresa a su interior y se rumora que quien no puede levantarlo le debe algún favor recibido.
Todos los sepulcros que cercan a ese santuario tienen la cruz hacia el norte, pero hay una tumba que está diferente. Fue hecha a espaldas del templo y destaca por su orientación invertida con la cruz hacia el sur y los vecinos le llaman la tumba al revés.
Sin nombre, sin registro, María Jesús Traslaviña, promotora municipal de Turismo, asegura que en Oquitoa no hay memoria de la persona que se encuentra sepultada en ese lugar. Paradójicamente sobre el sepulcro hay flores lilas que nacen de un macetero blanco y cubren su cruz oxidada: se dice que las personas que no tenían la fe católica en aquella época eran sepultadas al revés”, comentó.

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