En un giro significativo a las tradiciones que han marcado la historia de la Iglesia Católica, el Papa Francisco ha decidido implementar cambios en los ritos funerarios que se llevarán a cabo tras su fallecimiento. Este enfoque renovado refleja su deseo de simplificar las ceremonias y centrarse en la esencia de la fe cristiana.
Entre las modificaciones más notables se encuentra la eliminación de los tres ataúdes que han sido parte del protocolo funerario papal durante siglos. En lugar de los tradicionales ataúdes de ciprés, plomo y roble, el cuerpo del Papa Francisco será colocado en un ataúd de madera revestido de zinc, un símbolo de su preferencia por la sencillez.
Además, el proceso de despedida se llevará a cabo en una capilla, en lugar de la habitación papal, y el cuerpo será colocado de inmediato en el ataúd, sin ser expuesto en un catafalco elevado. Aunque los fieles podrán rendir homenaje al pontífice, el ataúd permanecerá cerrado, permitiendo una despedida más íntima.
En cuanto a su lugar de descanso eterno, el Papa ha manifestado su deseo de ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, rompiendo con la tradición de sepultar a los papas en la Basílica de San Pedro. Este lugar tiene un significado especial para él, ya que ha sido un sitio de oración y reflexión antes y después de sus viajes.
El Papa Francisco, quien ha sido un ferviente defensor de la humildad y la sencillez, busca que su funeral refleje estos valores. Las modificaciones a los ritos funerarios están documentadas en la nueva edición del Ordo Exsequiarum Romani Ponticis, que fue aprobada en abril de 2024.
A sus casi 88 años, el Papa ha enfrentado diversos problemas de salud, pero su reciente actividad en viajes internacionales y eventos importantes demuestra su compromiso continuo con su misión. Este enfoque renovado en los ritos funerarios no solo marca un cambio en la tradición, sino que también resalta la visión del Papa Francisco sobre la vida y la muerte en el contexto de la fe cristiana.