Berlín, Alemania
Martin Scorsese, quien recibió en Berlín el premio a la trayectoria en la Berlinale, ya está planeando su próximo proyecto.
El director, que de joven se planteó la vocación sacerdotal antes de convertirse en el realizador de películas de gángsters más famoso del cine, dijo que tras algunos encuentros con el papa Francisco estaba meditando la posibilidad de hacer una película sobre Jesús, aunque los contornos del proyecto aún no estaban claros.
“(El Papa) pidió en un momento dado en una reunión formas más frescas de pensar sobre lo esencial del cristianismo”, dijo el cineasta de 81 años en una conferencia de prensa. “Quiero hacer algo único y diferente que invite a la reflexión”.
Un proyecto así sería su segunda mirada a los fundamentos del cristianismo tras La última tentación de Cristo, de 1988, que hacía hincapié en la fragilidad humana de Jesús y fue prohibida en algunos países y le valió a Scorsese amenazas de muerte.
El director artístico de la Berlinale, Carlo Chatrian, Francesca, hija de Martin, el realizador, y la directora ejecutiva del certamen, Mariette Rissenbeek.
Según Rainer Rother, de la Cinemathek alemana, el Oso de Oro Honorífico de la Berlinale pretendía honrar en parte la labor de Scorsese en la conservación de películas antiguas para la posteridad. El proyecto ha sido impulsado por él y sus colegas directores y guionistas Steven Spielberg, Paul Schrader y Jay Cocks desde la década de 1970.
“Era muy difícil encontrar buenas copias de las películas”, recuerda Scorsese, describiendo cómo las películas de antes de la guerra estaban a menudo demasiado deterioradas para ser proyectadas en la década de 1970, y que sólo las británicas y un pequeño subconjunto de francesas e italianas estaban fácilmente al alcance de su grupo de entusiastas neoyorquinos de aquella época.
“Pero ahora tenemos 100 años de cine”, afirma. “Tienes películas de la década de 1930 (…) Tienes de todo desde la década de 1950. De todos los países del mundo”.
Entre sus películas favoritas se encuentran algunas japonesas, Vidas pasadas, de Celine Song, y Días perfectos, de Wim Wenders.
Mirando hacia el futuro después de seis décadas de trabajo, Scorsese dijo que el cine era lo suficientemente resistente como para hacer frente a los cambios tecnológicos.
“No creo que esté muriendo (…) Se está transformando. La voz individual puede expresarse en TikTok o en una película de cuatro horas o en una miniserie de dos horas (…) No creo que debamos dejar que la tecnología nos asuste”.
Para Scorsese es importante aprovechar bien el tiempo que le queda, añadió con nostalgia.
“Me entristecí mucho al darme cuenta, por supuesto, de lo efímero de la vida, como todos sabemos, pero ¿tiene que ser tan efímera tan pronto?”, se preguntó. “Mientras tanto, todos estamos aquí. Todos estamos aquí. Así que comuniquémonos. Comuniquémonos a través del arte”.
“SU OBRA ES ÚNICA”“Muchas de sus cintas han escrito la historia del cine, la versatilidad de su obra es única”, señaló el Festival Internacional de Cine de Berlín en la justificación del premio”.
“Tu tarea es cautivar al público con tus obsesiones”, fue citado Scorsese. Y, con una de sus obsesiones, las intrigas de la mafia, sus gánsters y las leyes de la calle, vuelve a fascinar una y otra vez al público y a la crítica.
El cineasta neoyorquino retrató a fondo y sin piedad esta temática en muchas de sus películas. Por lo tanto, resulta difícil pasar por alto la afición de Scorsese por el género mafioso. Pero, ¿de dónde proceden los extraordinarios retratos que logra de este ambiente?.
Hijo de trabajadores sicilianos, Martin Scorsese nació en 1942 en Nueva York. Pasó su niñez en el barrio de Little Italy, entorno por entonces marcado por las estructuras mafiosas y la criminalidad callejera.
“Martin Scorsese debe sus mejores obras a su experiencia en el ambiente”, escribió el Neue Zürcher Zeitung muchas películas y años después. Y “fueron las calles de Nueva York de donde Martin Scorsese arrancó su mejor material”.
Calles peligrosas, un duro retrato sobre la vida callejera de Nueva York, le valió cosechar numerosos elogios de la crítica ya en 1973.
En los años siguientes, muchas de estas películas pasaron por la pantalla y la pasión de Scorsese por el género de la mafia quedó sellada con Buenos muchachos, Casino y El irlandés. Las vivencias y observaciones de su infancia son una marca constante en su filmografía.
Existe algo que le interesa indagar especialmente a este cineasta neoyorquino en las entrañas de la criminalidad organizada: la cuestión del poder.
“Cómo la gente lidia con el poder, cómo lo consigue, cómo lo pierde, cómo lucha por mantenerlo”, declaró Scorsese a la revista del diario Süddeutsche Zeitung.
“La cuestión que siempre me interesa es ¿quién escribe la ley? ¿Quién es la ley?” Y aseguró que el poder queda en evidencia en numerosas instituciones como el Estado, la iglesia, las dinastías o los gobiernos. Sin embargo, indicó, no solamente existe la ley del Estado, sino también la de la calle.
Caer en el ambiente de los gánsters nunca fue una opción para este devoto católico. En realidad, Scorsese quería ser sacerdote, pero terminó ocupando la silla de director para trasladar historias de la calle a la pantalla grande. Así se convirtió en una leyenda de Hollywood, con aliados como el actor Robert De Niro y el cámara Michael Ballhaus.
“Para cualquiera que considere el cine como el arte de elaborar una historia de un modo que sea a la vez personal y universal, Scorsese resulta un modelo incomparable”, declararon los directores del festival, Mariette Rissenbeek y Carlo Chatrian.